lunes, 28 de marzo de 2011

Pequeño descanso

Debido a otras ocupaciones, Exonario se tomará un descanso por esta semana.
Muchas gracias por pasar.

jueves, 24 de marzo de 2011

Entrequete

(Sustantivo)

Actividad que se realiza a las apuradas y que demora alguna otra actividad más importante. 

Es famosa la queja de los maridos por los entrequetes de sus esposas: "Marta, la función en el teatro empieza a las nueve. Entre que te bañas, te peinas, te maquillas, te pruebas un vestido y otro, llegaremos tarde"

Las comprobaciones de último momento antes de salir de casa o acostarse, también forman parte de los entrequetes: "Ya estoy saliendo, pero entre que cierro la llave del gas; compruebo que el gato tenga comida, me fijo si llevo los libros que necesito, si tengo pañuelo y papel higiénico, si llueve o hay sol; entre que confirmo todas esas cosas, me demoro más de lo esperado"

A veces los entrequetes nos abruman y se vuelven recursivos: pueden aparecer nuevos entrequetes dentro de un entrequete. Puede que, al momento de comprobar si la puerta del patio quedó cerrada con llave, descubramos que se ha roto la cerradura y debamos improvisar algún desesperado y grosero mecanismo para mantenerla cerrada.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Tafómemo

(Sustantivo. Del griego tafros = pozo, trinchera, lugar oculto y mnéme = memoria, recuerdo)

Recuerdo que se guarda en la memoria y que nunca ha sido rememorado


Existen recuerdos muy alejados en el tiempo que, sin embargo, de vez en cuando se nos presentan con espontaneidad y viveza: una noche de verano a los siete años jugando a la generala en casa de un amigo; el día en que un compañero de jardín de infantes lloraba porque había perdido su corazón; una mañana de fecha incierta en la que comí por primera vez un Conogol; la bisabuela Magdalena recostada en una reposera en el patio de una casa que fue vendida hace treinta y cinco años; un frasco de yogur Gandara en la puerta de la heladera, el chicle que fue pegado debajo de un pupitre en el año mil novecientos ochenta y nueve. Cuando jugamos con la memoria, por lo general sale a flote una cierta cantidad de recuerdos, algunos recurrentes y otros no tanto. Sin embargo, es factible creer que existen otros recuerdos que están ahí, en potencia de ser recordados, pero a los que jamás damos luz; ya sea por pereza o por alguna clase de bloqueo. A veces basta con que un conocido rememore una parte crucial de un suceso para que finalmente se haga presente el resto: ¿Te acordás del día en que le prendimos fuego el guardapolvos a Carina?, nos pregunta el compañero de tercer grado que encontramos por casualidad en la calle, abriendo con ello una catarata mnémica sepultada durante treinta años que nos lleva a rememorar la sanción escolar, el pedido de disculpas, el disgusto de nuestros padres y el funeral de la infortunada Carina. Durante todo ese tiempo en que no hicimos presente ese recuerdo, en rigor no podríamos llamarlo "recuerdo" (pues, casi por definición, el recuerdo es aquello que necesariamente viene a la memoria): por ello, la palabra "tafómemo" parece más adecuada.
Si mantenemos rigurosamente los términos de la definición, un tafómemo jamás será recordado conscientemente. En sentido estricto, si puede ser recordado, entonces no es tafómemo.

lunes, 21 de marzo de 2011

Masallazo

(Sustantivo. De la expresión "más allá")

Argumento que apela a un supuesto conocimiento de primera mano de vivencias relacionadas con la muerte y entidades metafísicas.

El masallazo funciona como un mazazo argumentativo (de allí su semejanza fonética): quien lo esgrime argumenta sobre la base de su propio y personalísimo caso, el cual se convierte en irrefutable por la imposibilidad de corroboración intersubjetiva. "Yo estuve muerto tres minutos, y te puedo asegurar que se ve un túnel y una luz al final"; "A mí me vas a decir que Dios no existe, yo, que vi cuando un ángel me vino a buscar"; "El paraíso existe; cuando Marta murió vino una noche en sueños y me dijo que ella estaba ahí, esperándome". Después de un masallazo sólo se puede hacer un solemne silencio. Si alguien quisiera intentar una refutación ("¿Cómo sabés que esa experiencia es, justamente la experiencia de la muerte?"; "¿Cómo se puede estar seguro de que fue un ángel quien vino a buscarte?"; "¿Qué certeza tenés de que fue Marta quien se comunicó contigo, y no se trató sólo de un sueño?") posiblemente se reciba un comentario ofendido o despreciatorio. Quien esgrime un masallazo lo hace con la intención terminante de despejar dudas e incertidumbres metafísicas: él está aquí para contarnos su experiencia, a la que considera inequívoca y de connotaciones ciertas e irrefutables.

jueves, 17 de marzo de 2011

Flecomado

(Adjetivo. Utilízase sólo en femenino. Del latín flecto = doblar, girar y commeatus = tráfico de vehículos. Antónimo: aflecomado)

Esquinas de los cruces de las calles por las que doblan los automóviles.

Cuando dos calles perpendiculares de una mano se cruzan, en las cuatro esquinas de ese cruce ocurrirán indefectiblemente las siguientes combinaciones: en dos de esas esquinas, los vehículos doblarán y dificultarán el cruce de los peatones; en dos de ellas, los autos no doblarán. Las esquinas por las que pueden doblar los automóviles se denominan flecomadas; serán aflecomadas en el caso contrario.
La ilustración sirve para interpretar el uso de este concepto. Obsérvense los autos rojos. Dada la dirección que llevan, en el cruce sólo podrán doblar hacia su derecha, pero no hacia la izquierda. Eso implica que el cuadrante derecho superior es flecomado: si un peatón decide cruzar la calle perpendicular, debe observar no sólo que no vengan autos verdes, sino también que no esté doblando un automóvil rojo. A su vez, los automóviles verdes sólo pueden doblar hacia la izquierda, y esto implica que la esquina que está en el cuadrante inferior izquierdo sea peligrosa para los peatones: deben observar no sólo que no pasen autos rojos, sino también que no doblen autos verdes, y por lo tanto es flecomada. Pero las esquinas superior izquierda e inferior derecha son aflecomadas: en esas esquinas se puede cruzar si no vienen vehículos, y no hay que precaverse de que pueda doblar imprevistamente un automóvil que viene por el carril perpendicular.

Siempre es más seguro cruzar a través de una esquina aflecomada que a través de una flecomada. En las esquinas aflecomadas basta con observar el semáforo para saber si vienen vehículos o no. En las flecomadas, en cambio, es necesario mirar si un conductor va a doblar para cambiar de calle.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Pinchacrotos

(Adjetivo. Del verbo pinchar y el argentinismo croto: vagabundo, andrajoso)

Dícese de quien exige que los pobres y los más débiles deban rendir cuentas exhaustivamente por cada ayuda que reciben. 

Al pinchacrotos no le molesta que las empresas de telefonía, los personajes de la farándula y los herederos multimillonarios derrochen el dinero que reciben de fuentes éticamente discutibles y nunca del todo blanqueadas. "Si tienen dinero, que lo gasten como quieran", afirma sin menoscabarse. Con respecto al origen de ese dinero, tiene un eslógan que lo inmuniza ante cualquier alegato en contra: "Si Fulanito fue tan inteligente para ganar quinientos mil dólares por mes, ¿por qué lo vamos a criticar? ¿Por haber sido más despierto que nosotros, que laburamos todo el día por dos pesos?"
Ahora bien, a los pobres los mide con una vara diversa. Si por casualidad el pinchacrotos decide donar diez pesos por mes a un comedor comunitario, desea inmiscuirse en la contaduría de esa institución para saber qué están haciendo con su dinero, pues no sea cosa que a los destinatarios les llegue más comida de la que pueden comer, o que después de almorzar tiren los restos de polenta y grasa que quedan en los platos, o que los asistentes se queden de sobremesa jugando al truco y fumando cigarrillos. Tiene la hipótesis de que a los desvalidos hay que ayudarlos, siempre y cuando se los siga de cerca y se evalúe cada acción que ejecutan: el indigente debe mostrar que merece esa campera vieja y agujereada que están por donarle; debe hacer méritos para que se la obsequien. Y si luego de habérsela donado descubre que el vagabundo la usa poco o la deja tirada donde puede, el pinchacrotos murmurará, arrepentido y furioso: "Para eso le di la campera a este infeliz".

El pinchacrotos suele ser de clase media o clase media baja.

La expresión "pinchacrotos" se refiere a la acción de interpelar al más débil, de ponerlo en un aprieto  y aguijonearlo (de ahí lo de "pinchar") para investigar sus méritos ante la dádiva.

martes, 15 de marzo de 2011

Casupresencia

(Sustantivo. Del latín casus = caso, caída, ocurrencia y praesentia = presencia)

Capacidad de estar presente en cada momento en que sea oportuno y necesario. 

A algunas personas les parece que la omnipresencia divina es un concepto redundante: ¿para qué necesitaría Dios estar presente en todos lados a la vez? ¿Por qué cada insignificante acontecimiento (un poco de polvo llevado por el viento, la espuma de la lava ardiendo en cierto pequeño rincón de un planeta deshabitado, los sueños que olvidamos, las heces que se van por el inodoro, el anillo de lata con el que se fue a la tumba un pariente, nuestro acto de recordar un hecho banal y anodino, las migas de pan en el fondo de una lata, un resto de cable quemado)  requeriría de la continua mirada de Dios? Es imaginable que no todo acontecimiento mundano será digno de la presencia divina. Por eso, en lugar de postular la omnipresencia (o la ausencia lisa y llana), se podría postular la casupresencia como un principo de economía práctica divina: Dios intervendría sólo donde hiciera falta. Exceptuando esos momentos y lugares puntuales en los que Dios se involucra en el curso de la historia, el resto de los acontecimientos del tiempo y del espacio están a la deriva, huérfanos y aliviados de su imparpadeante mirada.

viernes, 11 de marzo de 2011

Mascarito

(Adjetivo. De máscara y de la expresión "más caro")

1. Producto de góndola cuyo envase clásico trae menor cantidad, pero se sigue vendiendo al mismo precio o más caro que antes.


Los envases mascaritos de doscientos gramos pasan a tener ciento noventa; los paquetes de diez unidades comienzan a traer siete, y los sachets de un litro pasan a tener un kilogramo. Lo típico del mascarito es que a simple vista no se suele notar la diferencia con el envase anterior: por lo general, el producto mascarito se presenta engañosamente idéntico al que traía mayor cantidad.
Algunos productos simplemente cambian de envase y en su publicidad pasan a resaltar una supuesta propiedad que antes no tenían. Tal es el caso de una crema de leche cuyo envase era de doscientos cincuenta centímetros cúbicos: pasó a tener doscientos centímetros cúbicos, se cobró más caro (casi el doble) y la etiqueta pasó a decir "crema doble", sin que se haya aclarado en qué sentido debía entenderse esa "duplicación"; por qué representaba un beneficio con respecto a la situación anterior, ni por qué ameritaba tal aumento.

2. Producto cuyo envase más grande es proporcionalmente más caro que el envase de menor cantidad. 

Los consumidores solemos creer que el detergente de trescientos centímetros cúbicos es, en proporción, más caro que el de un litro. Sin embargo, resulta que muchas veces no es así: el envase pequeño cuesta seis pesos, pero el envase de un litro cuesta veintitrés. Así ocurre con una infinidad de productos: latas de atún, paquetes de papas fritas, huevos de pascua y chocolates son algunos de ellos.



3. Comerciante que publicita productos a bajo precio, pero su mercadería es de menor calidad o está fraccionada de manera que contenga menor cantidad o menor peso. 

Los mascaritos en esta acepción hacen publicidades del tipo "aceite de primera calidad a cuatro pesos el litro". Cuando el cliente busca ese aceite, descubre que lo de "primera calidad" es una mentira: ha caído en la trampa del mascarito, quien, amparado bajo ese eufemismo, ha enmascarado la verdadera calidad del producto.
El mascarito suele fraccionar sus productos por unidad o por bolsa, y no por kilogramo: así, vende cinco limones por cinco pesos y maní tostado por bolsa, de modo que el cliente no sabe exactamente cuánta cantidad de producto está llevando ni a cuánto le están cobrando el kilogramo. 

Los mascaritos son partidarios del empoquetamiento.




miércoles, 9 de marzo de 2011

Microfanía

(Sustantivo. Del griego mikrós = pequeño y phaíno = manifestarse. Adjetivo: micrófano)

Revelación trascendente cuyos efectos duran unos pocos días o minutos.

A lo largo de la historia, las voluntades y deseos de las personas han sido trastrocadas por supuestas apariciones de seres metafísicos. Si a un alcohólico se le presentara un dios (o si alucina con él), es posible que deje la bebida y que dedique el resto de su existencia a ponderar los beneficios de la abstinencia y de las revelaciones. Si un moribundo se cura de su herida después de ser visitado por un ángel, casi seguro que tanto el agonizante como su entorno encuentren un profundo sentido a su renovada existencia. Una persona buena y pacata que se encontrara con el Demonio seguramente entraría en un frenesí homicida a escala sobrehumana.
Pero cuando ocurre una microfanía, el micrófano (quien recibe la revelación) se encuentra con un ser divino y se siente hondamente interpelado a cambiar su estilo de vida, aunque su convicción dura muy poco tiempo. El dios pudo haber revelado con precisión su propósito; quizás le dijo al micrófano que abandone su empleo y se convierta en un eremita y viva en el desierto. Quizás el micrófano tiene la convicción de seguir ese mandato, pero a los pocos días decide que es ridículo, que él no está hecho para eso y finalmente resuelve continuar con su empleo y su vida.
Las microfanías son manifestaciones fallidas de la fuerza divina. No es que los dioses se equivoquen; ocurre que la voluntad humana y las pequeñas comodidades de la vida actúan como un poderoso campo de fuerza que nos llevan a desoir propósitos inescrutables y magnos designios.

Puede llamarse microfanía, también, a una revelación divina cuyo propósito es informarnos acerca de un hecho banal e intrascendente. En este sentido, si Dios se presentara con estruendo para comunicarnos que no hay leche en la heladera, o que salió una oferta de duraznos en el mercado, se trataría de una microfanía.

lunes, 7 de marzo de 2011

Idiófrono

(Sustantivo y adjetivo. Del griego idios = propio, personal y phronéo = pensar)

Concatenación de pensamientos que sólo puede entender la persona que los tuvo.

¿Qué relación hay entre la canción "Don Fermín", el recuerdo del nacimiento de un hijo y la cajera de un supermercado? La asociación entre estas tres nociones diferentes puede tener un tinte especial para una persona, y los tres pensamientos pueden estar automáticamente asociados entre sí sin que haya algo especial que los una. Si cada vez que se piensa en comer chorizos uno recuerda la melodía de una guitarra frenética, el número dos invertido, un compañero de secundaria contando un chiste en voz baja, la mandíbula desdentada del abuelo muerto, aerosoles y un frasco para análisis de orina, ha construido un inefable idiófrono.
Para que exista el idiófrono es necesario que ese encadenamiento se dé de manera sistemática y no que ocurra sólo una vez. 
Resulta prácticamente imposible explicar a otra persona el contenido de los idiófronos.

viernes, 4 de marzo de 2011

Ántego

(Sustantivo. Del grigo anthos = florecimiento, flor y egó = yo)

El mejor yo de una persona. 

No siempre se está en las mejores condiciones mentales para pensar y actuar. La mayoría de las veces nuestra voluntad y entendimiento quedan rezagadas frente a las obligaciones de la vida, los hechos del mundo y nuestros propios deseos. Pero a veces, quizás unas pocas horas cada semana o cada mes, somos capaces de tomar decisiones inteligentes, de tener pensamientos fértiles, de realizar con claridad cadenas de pensamientos y de actuar con alegría y con consecuencia. Esos instantes son nuestro ántego. El resto del tiempo estamos tratando de sobrevivir y nadamos en una racionalidad a media luz en la que muchas cosas no tienen sentido, o no somos capaces de otorgárselo.

Muchas personas extrañan sus antiguos ántegos y lo expresan con pesar: "yo antes podía dialogar con todo el mundo y me sentía bien. Ahora apenas puedo articular cuatro palabras sin contradecirme"; "Hace mucho que no pinto un cuadro, no salgo a correr y no hago críticas de cine. Extraño ese ántego"

El filósofo Aristóteles dice que hay unos pocos momentos de la vida en los que tenemos la claridad y la alegría que tiene Dios cuando piensa. Eso breves instantes de serena contemplación racional son los ántegos.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Encolimbado

(Adjetivo. De colimba, contracción de "corra, limpie, barra", aplicada al conscripto del servicio militar. Sustantivo: encolimbamiento)

Quien tiene un repentino y fugaz empeño para ordenar y limpiar. 

El encolimbado siente que todo a su alrededor está sucio. A pesar de que la mugre se ha instalado hace mucho tiempo, su resolución para poner orden es escasa y pasajera. Por eso, después de meses en los que ha acumulado basura, tierra, envoltorios y restos de comida, una buena tarde sale de su letargo y hace (a las apuradas) una cantidad de movimientos espasmódicos para sacudir el polvo, remover los despojos y baldear. Su empeño le dura menos tiempo del que demanda la finalización de la limpieza: cuando ya ha hecho ciertos aprestos parciales, su deseo de limpiar se diluye; La suciedad apenas combatida sigue estando en los muebles y en el piso, pero el encolimbado siente que ha hecho demasiado y se queda esperando su próximo encolimbamiento.