jueves, 27 de octubre de 2011

Demenficio

(Sustantivo. Del latín de = sobre, con matiz de movimiento descendente; mens = mente y factum = hecho)

Falacia que consiste en calificar una acción según las intenciones o el estado mental de quien las efectúa. 

Dado que la definición es un tanto compleja, la ilustraremos con ejemplos.
De las personas sólo tenemos sus palabras y sus hechos; los estados mentales ajenos (y muchas veces incluso los propios) nos resultan inescrutables. Si Juan dona todos los días, espontánea y puntualmente una caja de alimentos a un comedor, podemos calificar la acción como buena. Sin embargo, cometeremos la falacia del demenficio si decimos: "Juan no tiene buenas intenciones; por lo tanto, esta acción no es sincera y es una mala acción. Que Juan lleve alimento a los pobres es siempre malo". Como puede apreciarse en este ejemplo, la (supuesta) calidad ética de las intenciones del individuo que realiza la acción se convierte en la base para juzgar la acción. De ese modo, una misma acción podrá ser buena o mala, según la (supuesta) bondad o maldad de las intenciones del agente. Este modo de evaluar las conductas humanas soslaya el hecho de que, independientemente de las intenciones, hay hechos que de por sí son positivos o negativos; supone que una persona a quien a priori juzgamos como mala o interesada, jamás hará una acción buena o desintersada: aun si la hiciera, habrá de tener algún interés oculto. Si se juzga a priori una imposibilidad, no existirá ningún hecho que la contradiga, pues aun las acciones buenas serán interpretadas como emanadas de una mente perversa y malintencionada.
 
En política es muy común la aplicación de esta falacia. Se escuchan afirmaciones como esta:
-"La ley del matrimonio igualitario no es buena, porque todo lo que ha hecho la presidenta fue para obtener más poder y más dinero"
- "La política de derechos humanos es una pantalla; se han juzgado y encarcelado a genocidas de la dictadura, pero la intención de este gobierno es puramente pragmática y por lo tanto no nace de una convicción profunda"
- "Aun cuando algunas medidas favorecen a las personas de clases bajas, el gobierno tiene la intención de perjudicarlas a través de esas mismas medidas. Si bien apoyamos que se que les otorgue subsidios, esos subsidios no se dan por el bien de ellos, sino por el bien de quien los otorga"

Las acciones humanas pueden tener objetivos sumamente complejos y tortuosos. Eso, sin embargo, no le quita eficacia al producto de la acción. Si una medida malintencionada tiene resultados ampliamente positivos que se difunden a través de diversos estratos sociales y a través del tiempo, la mala intención de quien propone esa medida queda diluida; es un fenómeno mental inoperante encerrado dentro de una subjetividad subyugada por el alcance de sus actos.

Dos personas que hicieran exactamente lo mismo deberían ser juzgadas, según esta falacia, no por sus acciones sino por su (supuesta) vida mental e intenciones: "Marta y Josefina atienden al público con una dedicación increíble. Todos los clientes se van satisfechos. Sin embargo, Marta lo hace porque quiere ganar dinero para mantener a su familia; su acción no es genuina y por lo tanto es despreciable. Josefina, en cambio, es un amor; ella no se preocupa por el dinero y aun así atiende de maravillas. De hecho no le pagamos, ¡y vieras con qué entusiasmo viene igual a trabajar!"

Esta falacia se utiliza para achacarle a otro una vida mental puramente plana y lineal. "Juan hizo X porque, como siempre, sólo piensa en sexo". Si se explica la vida mental de Juan a través de un único objetivo común a todas sus acciones, es seguro que se está dando una imagen caricaturesca y empobrecida de sus propias conductas internas. De un sujeto que sólo piensa en un único objetivo (el sexo, las vacaciones, el descanso, el dinero) es fácil concluir que sus acciones son egoístas o malvadas. El problema con esta clase de interpretaciones es que, excepto en las malas telenovelas, las personas suelen tener una vida mental rica y llena de intereses diversos. Ocasionalmente, uno de esos intereses es el de realizar una buena acción sin obtener recompensa ni reconocimiento.  

13 comentarios:

Luciano dijo...

Viene muy bien para definir una situación que viene ocurriendo con frecuencia en el ambiente político...

esteban dijo...

Se me ocurre que la demenficidad no es una característica circunstancial de la política, que se dé en ciertas épocas y no en otras, sino que es consustancial con ella (no hay caso, uno se pone a hablar de política y ciertas palabras vienen solas).

Los seres humanos somos gregarios y nos identificamos fuertemente con nuestro grupo de pertenencia. Es una "ventaja evolutiva": en tiempos del abuelito Neanderthal, una tribu que no se mantuviera cohesionada podía morirse de hambre o ser pasto de los depredadores.

En no me acuerdo qué Universidad, no me acuerdo cuándo fue que unos investigadores hicieron este experimento: reuníeron a sus alumnos y les explicaron que los iban a dividir en dos grupos, y que competirían entre sí en unas pruebas. Aunque era sabido que todo era un juego, los investigadores vieron que se desarrollaba automáticamente dentro de cada grupo un fuerte sentido de pertenencia y de rivalidad muy agresiva respecto del grupo contrario. Eso, aunque la división en grupos se hacía por sorteo, delante de los alumnos, así que estos eran conscientes de que su pertenencia a un grupo o al otro era totalmente arbitraria.

Se supone que la política en una democracia representativa se basa en la existencia de partidos. Al principio, los partidos se forman en torno de alguna idea o para defender a un grupo de interés más o menos definido. Pero sucede que esa idea original con el tiempo puede desdibujarse. En muchos países, los principales partidos terminaron pareciéndose tanto entre sí que la gente ya no sabe qué es lo que vota, y termina votando por la simpatía o la confianza que le produce el candidato, o por el asco que le da el contrario, más que por el programa en sí.

Así las cosas, es muy fácil caer en que si Juancito es del otro partido y dice que las vacas vuelan, es un demente; pero si es de mi partido y dice que las vacas vuelan, es un visionario.*

Creo que a muchos argentinos que no somos peronistas, el gobierno kirchnerista nos descolocó: acostumbrados desde siempre a esperar lo peor del peronismo, de repente apareció un gobierno que hizo muchas cosas bien y que veníamos esperando que alguien hiciera... pero hete aquí que ese gobierno se dice peronista. ¿Qué hacer ante eso? Hay dos actitudes extremas: o uno hace la gran Saulo de Tarso y se convierte en apóstol de aquello que antes discutía, o para no perder la propia identidad política, empieza a exagerar las diferencias con eso que tiene enfrente. En ambos casos, es posible caer en el fanatismo (sobre todo en el segundo, pero por qué no también en el primero).

(sigue en el próximo comentario)

esteban dijo...

(viene del comentario anterior)
También existe la posibilidad de intentar mantener un juicio lo más crítico e imparcial que a uno le resulte posible... pero parece que eso en Argentina hoy no está bien visto. El kirchnerismo (y eso es lo que más le critico) instauró una visión maniquea en la que "el que no está con nosotros, está contra nosotros". La objetividad no existe, ni siquiera como ideal inalcanzable; todo lo que uno piensa y dice, lo piensa y lo dice necesariamente desde su pertenencia a uno de dos bandos en disputa; los periodistas son "militantes" o "prostitutas de las corporaciones"; o se es "nacional y popular" o se es "gorila"; a los opositores y a los indecisos se los mete en la misma bolsa con los torturadores y desaparecedores de la última dictadura (no lo digo yo, es lo que se desprende de declaraciones de un simpatizante kirchnerista que salieron publicadas hace unos meses en la prensa. Está bien, en uno de los "medios hegemónicos").

Perdónenme, pero yo paso de esta discusión. Me niego a ser tan necio como para no felicitar al kirchnerismo por sus muchos aciertos, pero me reservo el derecho de criticar lo que no me parezca bien, o simplemente de dudar cuando no esté seguro. (En las últimas elecciones apoyé a Binner, porque me pareció que es el que mejor representa mi postura. Y además, soy votante asiduo del Partido Socialista).

Ojalá los kirchneristas entendieran que a veces el mejor amigo no es el que te dice que hacés todo bien, sino el que te critica cuando hacés algo mal.

A quienes son kirchneristas, hoy 27 de octubre de 2011, les digo que de corazón y con todo respeto los acompaño en el sentimiento, a un año de la muerte de Néstor Kirchner. Sin duda fue muy valiente y recuperó el valor de la política por oposición a la simple administración. Recién pasé un rato por la plaza y al ver las fotos, las flores y las muestras de cariño de su gente, por un momento sentí nostalgia de pertenencia, de ser parte de la tribu. Me pregunté una vez más si no me estaré perdiendo un momento mágico de cambios por no saber comprenderlo.

Pero qué le vamos a hacer, el escepticismo es un virus, y los apestados estamos condenados a vivir en cuarentena.

Ahora sí, los que quieran, pueden putearme tranquilos.

el violinista desafinado dijo...

Si una medida malintencionada tiene resultados ... positivos ... la mala intención ... queda diluida

mux: no puedo estar de acuerdo. la motivación afecta necesariamente el juicio ético sobre el acto; solo con los resultados del acto, sin la motivación, no puede haber juicio ético. no es lo mismo un niño que prende fuego una casa por accidente que un adulto que la prende fuego porque quiere matar a los ocupantes o cobrar el seguro.

esto vale sobre todo en política: no es lo mismo un gobernante "A" al que realmente le interesa el bienestar de su pueblo que otro "B" que finge ese interés para sacar provecho propio. el primero puede equivocarse, pero no va a meter la mano en la lata. el segundo, aunque beneficie a su pueblo en el corto plazo, casi seguramente se cobrará ese favor por otro lado y bajo cuerda. de hecho, es probable que solo beneficie al pueblo lo suficiente para perpetuarse en el poder y poder seguir haciendo sus negocios. si las motivaciones de los políticos no tienen importancia, entonces no hay incentivos a recabar información que permitan diferenciar a A de B.

su argumento es similar a aquel otro con que se pretende justificar a ciertos políticos muy dañinos: "roba pero hace".

el violinista desafinado dijo...

para completar mi otro comentario.

esteban: lo felicito por su decisión de mantener un juicio crítico (y por su prosa). pero me preocupa su "nostalgia de pertenencia" y su interés en no perderse "momentos mágicos de cambio".

tenga cuidado. resista la tentación de seguir la corriente. la sociedad necesita personas que no tengan miedo de enfrentarse a la tribu cuando sienten que se equivoca, aunque no tengan más que vagas sospechas de eso.

esas personas son el antídoto a la peor de las ideologías: un pueblo cohesionado mágicamente en torno de un líder infalible se llama fascismo.

en caso de duda, hace menos daño dejar incomprendido a un santo que no descubrir a tiempo a un demagogo.

Jorge Mux dijo...

El "roba pero hace" sería el hecho no falaz del demenficio. Pero sería demenficio señalar que ese "hace" es malo en sí mismo porque "roba".

Jorge Mux dijo...

Esteban y Violinistas: lamento una vez más su decisión de no incorporarse a Facebook; usted(es) no saben cómo se ha discutido esto en esa red social. Un abrazo.

el violinista desafinado dijo...

Correcto el "hace" no es malo en sí mismo; pero al juzgar a un político, hay que tener en cuenta ambas cosas, no es lo si hace sin robar, que si hace pero también roba (también hay políticos que ni roban ni hacen).

yo lamento que parece que todo el mundo le sigue el juego a facebook. extraño la época en que se debatía en los blogs (y se tenía la vida social fuera de la red, donde debe estar). recuerdo lo divertido que era aquella epoca en que nos inventabamos personalidades para jugar con todos los dos puntos de vista de un mismo argumento. eso con fb no se puede.

un abrazo

esteban dijo...

Mux: gracias por comentar sobre mi comentario.

Violinista: mi posición es evidentemente cercana a la suya, solo que yo exagero algunas cosas y usted exagera en otras.

Mux: extraño cuando nos juntábamos a cenar en casa de alguno (y lo que se decía allí, quedaba allí). En comparación, Facebook es como ir a cenar a un restaurante; la comida es gratis, pero están invitados los amigos, los compañeros de trabajo, la tía y la abuelita y en la mesa hay un grabador donde el dueño del local registra todo lo que se dice. De pensar en una cena así, se me corta el apetito, Mux. Abrazo

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