(Sustantivo. Del griego ecto = por fuera y bios = vida)
Ser que vive por fuera de su propio cuerpo.
Un ectobio no puede definirse por su corporalidad: al ectobio se lo puede asociar con un determinado cuerpo, pero no es ese cuerpo el que porta la vida. El ectobio vive en el entorno; su cuerpo es una función móvil que opera sobre ese entorno, modificándolo para satisfacer las necesidades del propio entorno, no de ese cuerpo. De algún modo, la entidad viviente es todo aquello que rodea externamente al cuerpo, pero excluyendo al cuerpo.
Parece imposible encontrar referencia para este término. Sin embargo, no es improbable que algunos seres extraterrestres sean ectobios.
Definiciones y términos que no figuran en el diccionario ("Exonario" no figura en el diccionario, pero sí figura en Exonario)
jueves, 30 de diciembre de 2010
martes, 28 de diciembre de 2010
Alogapania
(Del griego a = negación; logízomai = calcular y dapáne = gasto)
Imposibilidad de prever cuánto se gastará en una determinada situación.
Si nos quedan mil pesos en la billetera y faltan todavía diez días para cobrar el sueldo, puede que razonemos: "Con mil pesos, a razón de cien pesos por día, tengo que llegar holgadamente" . Sin embargo, los gastos se multiplican: medicamentos que no habíamos contabilizado, la cuenta de la luz, un pantalón de gimnasia para nuestro hijo, el regalo de cumpleaños de una sobrina. Dos días después, esos mil pesos se transformaron en trescientos: hemos sufrido alogapania; el cálculo inicial se ha visto desbaratado, y ya sólo nos queda rezar para que la minúscula suma no se vea nuevamente obliterada por algún otro gasto imprevisible.
La alogapania nos asalta también cuando comemos en un restaurante. En este caso, podemos prever con cierta vaguedad cuánto pagaremos, aunque no resulta fácil calcular todas las variables. He aquí las dudas que pueden asaltarnos mientras nuestra familia pide comida en un restaurante:
Imposibilidad de prever cuánto se gastará en una determinada situación.
Si nos quedan mil pesos en la billetera y faltan todavía diez días para cobrar el sueldo, puede que razonemos: "Con mil pesos, a razón de cien pesos por día, tengo que llegar holgadamente" . Sin embargo, los gastos se multiplican: medicamentos que no habíamos contabilizado, la cuenta de la luz, un pantalón de gimnasia para nuestro hijo, el regalo de cumpleaños de una sobrina. Dos días después, esos mil pesos se transformaron en trescientos: hemos sufrido alogapania; el cálculo inicial se ha visto desbaratado, y ya sólo nos queda rezar para que la minúscula suma no se vea nuevamente obliterada por algún otro gasto imprevisible.
La alogapania nos asalta también cuando comemos en un restaurante. En este caso, podemos prever con cierta vaguedad cuánto pagaremos, aunque no resulta fácil calcular todas las variables. He aquí las dudas que pueden asaltarnos mientras nuestra familia pide comida en un restaurante:
- ¿Cuánto cobran por cubierto?
- Un niño menor de tres años, ¿paga igual que un adulto?
- ¿Cuánto costará la media porción de puré?
- El champagne, ¿es cortesía de la casa, o me lo cobran?
- La salsa de los ravioles, ¿estaba incluida en la promoción, o yo pedí una que se paga aparte?
lunes, 27 de diciembre de 2010
Aguinaldear
(Verbo intransitivo. De aguinaldo)
Malgastar de manera compulsiva una cantidad de dinero que sólo se recibe una única vez.
El término "aguinaldear" no necesariamente hace referencia al cobro del aguinaldo o sueldo anual complementario de los asalariados: puede aguinaldear quien cobra una herencia o una venta importante. El que aguinaldea sabe que ese dinero es por única vez y luego se termina. Sin embargo, en lugar de ahorrarlo o usarlo para inversiones importantes y postergadas (arreglar el techo de la casa que tiene goteras, hacerse la dentadura o comprar insulina), prefiere hacer una enorme fiesta, o costosos regalos a sus parientes y amigos, o darse algunos lujos innecesarios y de dudosa satisfacción: comprarse una mascota exótica (a la que luego no podrá mantener), alquilar una limusina por tres meses (y no poder pagar los gastos de chofer y minibar) o arrojar miles de billetes desde la terraza de su casa, para exhibirse ante sus convecinos como un magnate (esquivando las roturas de la terraza que provocan las goteras)
Malgastar de manera compulsiva una cantidad de dinero que sólo se recibe una única vez.
El término "aguinaldear" no necesariamente hace referencia al cobro del aguinaldo o sueldo anual complementario de los asalariados: puede aguinaldear quien cobra una herencia o una venta importante. El que aguinaldea sabe que ese dinero es por única vez y luego se termina. Sin embargo, en lugar de ahorrarlo o usarlo para inversiones importantes y postergadas (arreglar el techo de la casa que tiene goteras, hacerse la dentadura o comprar insulina), prefiere hacer una enorme fiesta, o costosos regalos a sus parientes y amigos, o darse algunos lujos innecesarios y de dudosa satisfacción: comprarse una mascota exótica (a la que luego no podrá mantener), alquilar una limusina por tres meses (y no poder pagar los gastos de chofer y minibar) o arrojar miles de billetes desde la terraza de su casa, para exhibirse ante sus convecinos como un magnate (esquivando las roturas de la terraza que provocan las goteras)
viernes, 24 de diciembre de 2010
Atornugado
(Adjetivo. De estornudo)
Según el Diccionario de la Real Academia, un atosigado es aquel que ha sido fatigado, oprimido y exigido. Según una acepción más afín con su etimología y su uso en Argentina (y que no figura en el diccionario de la RAE), el atosigado es aquel que se atraganta con una tos que nunca llega a desplegarse con toda su energía.
Por analogía con esta segunda definición no explicitada, el atornugado es quien está a punto de emitir un estornudo, pero nunca llega a consumarlo.
También se denomina "atornugado" a quien no termina de consumar sus acciones y sólo se queda en intentos espasmódicos, erráticos y poco definidos (A diferencia del fulgorito, quien parece tener muy claros su propósito y energía al principio de una tarea, pero luego se va desanimando)
Según el Diccionario de la Real Academia, un atosigado es aquel que ha sido fatigado, oprimido y exigido. Según una acepción más afín con su etimología y su uso en Argentina (y que no figura en el diccionario de la RAE), el atosigado es aquel que se atraganta con una tos que nunca llega a desplegarse con toda su energía.
Por analogía con esta segunda definición no explicitada, el atornugado es quien está a punto de emitir un estornudo, pero nunca llega a consumarlo.
También se denomina "atornugado" a quien no termina de consumar sus acciones y sólo se queda en intentos espasmódicos, erráticos y poco definidos (A diferencia del fulgorito, quien parece tener muy claros su propósito y energía al principio de una tarea, pero luego se va desanimando)
jueves, 23 de diciembre de 2010
Teraterótico
(Adjetivo. Del griego teratos = monstruo y eros = amor)
Dícese de quien posee cualidades eróticas monstruosas.
La mujer que se vanagloria de su tercer seno, su doble vagina o de su capacidad para alcanzar cien orgasmos seguidos (o simultáneos) y el hombre que seduce a sus amantes con el gigantesco tamaño de su miembro o su casi infinita resistencia a la eyaculación son ejemplos de terateróticos.
¿Puede un teraterótico ser, además, un titerótico?
Dícese de quien posee cualidades eróticas monstruosas.
La mujer que se vanagloria de su tercer seno, su doble vagina o de su capacidad para alcanzar cien orgasmos seguidos (o simultáneos) y el hombre que seduce a sus amantes con el gigantesco tamaño de su miembro o su casi infinita resistencia a la eyaculación son ejemplos de terateróticos.
¿Puede un teraterótico ser, además, un titerótico?
martes, 21 de diciembre de 2010
Oplocio
(Sustantivo. Del latín ob = a causa de y plaudo = aplaudir)
Objeto que cobra existencia a partir de una explosión.
Cuando algo explota, se libera violentamente una gran cantidad de energía; el recipiente que la contiene estalla y sus fragmentos son expulsados a cierta distancia. Es normal que, después de una explosión, sólo queden esquirlas chamuscadas a metros o incluso kilómetros del epicentro. Sin embargo, de vez en cuando, y por motivos que no han podido establecerse, después de una explosión aparece un oplocio: se trata de un objeto creado a partir del estallido, que aparece de manera espontánea e inesperada en el epicentro de la explosión y que no tiene signos de haber sufrido las consecuencias de la violenta liberación de energía.
Los oplocios son raros fenómenos escasamente documentados. A veces, es una esfera de metal o de cristal. A veces es un cuerpo de compleja estructura molecular y con la forma de un artefacto creado por el hombre. Se presume que, según el tipo de detonación, se pueden crear oplocios diversos e incluso algún oplocio viviente. Quizás la detonación de una bomba del tipo MOAB genere un oplocio ovalado, opaco, inmenso, negro y helado. Tal vez una bomba de neutrones genere un oplocio de pequeñas cuentas de plástico amarillo. Quizás la detonación de una sandía con un petardo casero produzca un oplocio hecho de diamantes.
Conviene aclarar que en la mayoría de las detonaciones no aparecerá ningún oplocio.
El oplocio es la reducción al absurdo de la explosión: la acción de explotar implica que nada quede después del estallido. Parece un enorme contrasentido que, en algunos casos, aparezcan extraños objetos (que no estaban presentes antes de la explosión), de apariencia inmaculada, fríos e incólumes.
Objeto que cobra existencia a partir de una explosión.
Cuando algo explota, se libera violentamente una gran cantidad de energía; el recipiente que la contiene estalla y sus fragmentos son expulsados a cierta distancia. Es normal que, después de una explosión, sólo queden esquirlas chamuscadas a metros o incluso kilómetros del epicentro. Sin embargo, de vez en cuando, y por motivos que no han podido establecerse, después de una explosión aparece un oplocio: se trata de un objeto creado a partir del estallido, que aparece de manera espontánea e inesperada en el epicentro de la explosión y que no tiene signos de haber sufrido las consecuencias de la violenta liberación de energía.
Los oplocios son raros fenómenos escasamente documentados. A veces, es una esfera de metal o de cristal. A veces es un cuerpo de compleja estructura molecular y con la forma de un artefacto creado por el hombre. Se presume que, según el tipo de detonación, se pueden crear oplocios diversos e incluso algún oplocio viviente. Quizás la detonación de una bomba del tipo MOAB genere un oplocio ovalado, opaco, inmenso, negro y helado. Tal vez una bomba de neutrones genere un oplocio de pequeñas cuentas de plástico amarillo. Quizás la detonación de una sandía con un petardo casero produzca un oplocio hecho de diamantes.
Conviene aclarar que en la mayoría de las detonaciones no aparecerá ningún oplocio.
El oplocio es la reducción al absurdo de la explosión: la acción de explotar implica que nada quede después del estallido. Parece un enorme contrasentido que, en algunos casos, aparezcan extraños objetos (que no estaban presentes antes de la explosión), de apariencia inmaculada, fríos e incólumes.
lunes, 20 de diciembre de 2010
Santivirus
(Sustantivo. De santo y antivirus)
1. Programa que considera como un virus cualquier archivo de computación que codifique expresiones e imágenes obscenas y sacrílegas.
2. Programa que otorga una bendición a otros programas, por medio de un escaneo.
En la acepción 1, el santivirus ejecuta una acción invasiva y censuradora sobre los datos de un ordenador. En la acepción 2, en cambio, el santivirus es inofensivo; es un programa epifenoménico que "barre" al resto de los programas, otorgándoles una bendición. Se supone que el santivirus en su segunda acepción es un simple programa de escaneo que ha sido bendecido por una autoridad eclesial. Si existiera un "cielo de los datos" adonde viajen los archivos cuando se destruye su soporte, esos archivos sólo podrán ocupar un paraíso binario de élite si han sido previamente purificados por el santivirus. De otro modo, cuando el disco rígido se destruya, los datos o bien simplemente desaparecerán, o bien viajarán a un infierno espantoso lleno de entidades matemáticas monstruosas, como el infinito, la cifra periódica o el número dos.
En otra acepción relacionada con las anteriores (aunque por fuera del lenguaje binario), un santivirus puede ser un virus que ataca al cerebro de las personas, cuyo síntoma es un estado de fe, castidad, devoción divina y santidad. Los afectados de santivirus no se defienden de los golpes que reciben, y prefieren ceder sus bienes (aun los más privados y esenciales) a otras personas. Trabajan sólo en beneficio ajeno y sienten una enorme serenidad y placer en la frugalidad absoluta y en los soliloquios en voz baja, de rodillas y con las manos juntas.
(Este post está inspirado en la frase "Salva tus datos" de mi amigo Sebastián Morfes, y en la pesadilla binaria del robot Bender de la serie Futurama: "¡Qué horrible pesadilla! ¡Unos y ceros por todas partes! Hasta me pareció ver un dos")
1. Programa que considera como un virus cualquier archivo de computación que codifique expresiones e imágenes obscenas y sacrílegas.
2. Programa que otorga una bendición a otros programas, por medio de un escaneo.
En la acepción 1, el santivirus ejecuta una acción invasiva y censuradora sobre los datos de un ordenador. En la acepción 2, en cambio, el santivirus es inofensivo; es un programa epifenoménico que "barre" al resto de los programas, otorgándoles una bendición. Se supone que el santivirus en su segunda acepción es un simple programa de escaneo que ha sido bendecido por una autoridad eclesial. Si existiera un "cielo de los datos" adonde viajen los archivos cuando se destruye su soporte, esos archivos sólo podrán ocupar un paraíso binario de élite si han sido previamente purificados por el santivirus. De otro modo, cuando el disco rígido se destruya, los datos o bien simplemente desaparecerán, o bien viajarán a un infierno espantoso lleno de entidades matemáticas monstruosas, como el infinito, la cifra periódica o el número dos.
En otra acepción relacionada con las anteriores (aunque por fuera del lenguaje binario), un santivirus puede ser un virus que ataca al cerebro de las personas, cuyo síntoma es un estado de fe, castidad, devoción divina y santidad. Los afectados de santivirus no se defienden de los golpes que reciben, y prefieren ceder sus bienes (aun los más privados y esenciales) a otras personas. Trabajan sólo en beneficio ajeno y sienten una enorme serenidad y placer en la frugalidad absoluta y en los soliloquios en voz baja, de rodillas y con las manos juntas.
(Este post está inspirado en la frase "Salva tus datos" de mi amigo Sebastián Morfes, y en la pesadilla binaria del robot Bender de la serie Futurama: "¡Qué horrible pesadilla! ¡Unos y ceros por todas partes! Hasta me pareció ver un dos")
viernes, 17 de diciembre de 2010
Nodosporco
(Sustantivo. Del latín non = no; dum = todavía y spurcus = sucio)
Ropa no declarada oficialmente sucia.
Una manchita negra en una camisa marrón, ¿es suciedad? Si la remera no tiene olor, ni signos visibles de roña, ¿hace falta ponerla a lavar, aunque la hayamos usado una semana seguida? ¿Realmente debe ir al lavarropas un par de medias que usamos durante sólo una hora? Si la camisa tiene el cuello interno rozado (y por lo tanto, nadie puede verlo), ¿es eso suficiente motivo para no usarla?
Aquella ropa que, sin estar impecable, todavía puede seguir usándose (según nuestro discutible criterio), es un nodosporco.
La línea que separa al nodosporco de una prenda efectivamente sucia es débil y subjetiva. Para algunas personas, basta con una pequeña salpicadura de agua para llevar la prenda al lavarropas. Para otras, incluso la presencia de restos sólidos de huevo frito y guiso carrero no da motivos suficientes para quitársela y mucho menos tratar de limpiarla.
Ropa no declarada oficialmente sucia.
Una manchita negra en una camisa marrón, ¿es suciedad? Si la remera no tiene olor, ni signos visibles de roña, ¿hace falta ponerla a lavar, aunque la hayamos usado una semana seguida? ¿Realmente debe ir al lavarropas un par de medias que usamos durante sólo una hora? Si la camisa tiene el cuello interno rozado (y por lo tanto, nadie puede verlo), ¿es eso suficiente motivo para no usarla?
Aquella ropa que, sin estar impecable, todavía puede seguir usándose (según nuestro discutible criterio), es un nodosporco.
La línea que separa al nodosporco de una prenda efectivamente sucia es débil y subjetiva. Para algunas personas, basta con una pequeña salpicadura de agua para llevar la prenda al lavarropas. Para otras, incluso la presencia de restos sólidos de huevo frito y guiso carrero no da motivos suficientes para quitársela y mucho menos tratar de limpiarla.
jueves, 16 de diciembre de 2010
Limbisomnio
(Sustantivo. Del latín limbus = limbo, franja, borde y somnus = sueño)
Tiempo en el que aun no se puede conciliar el sueño pero todavía no se declara el insomnio.
¿Cuál es el límite entre el "aun no puedo dormir" y el "ya no podré"? Después una arbitraria cantidad de vueltas en la cama (prequiversas), pensamientos desconectados e imaginaciones casi involuntarias, caemos en la cuenta de que todavía estamos aquí. Hubiéramos querido que el yo desapareciera, pero eso no ha ocurrido. Esperamos un tiempo más, dándole una nueva chance al sueño. Esos tiempos de conciencia desvaneciente pero no del todo desvanecida son los limbisomnios. Si finalmente nos hartamos de la cama calurosa y de poses casi teatrales que adoptamos para encontrar la posición exacta en la que nuestro cuerpo se siente cómodo, el limbisomnio se ha acabado y ha llegado la hora de dictaminar el insomnio.
Tiempo en el que aun no se puede conciliar el sueño pero todavía no se declara el insomnio.
¿Cuál es el límite entre el "aun no puedo dormir" y el "ya no podré"? Después una arbitraria cantidad de vueltas en la cama (prequiversas), pensamientos desconectados e imaginaciones casi involuntarias, caemos en la cuenta de que todavía estamos aquí. Hubiéramos querido que el yo desapareciera, pero eso no ha ocurrido. Esperamos un tiempo más, dándole una nueva chance al sueño. Esos tiempos de conciencia desvaneciente pero no del todo desvanecida son los limbisomnios. Si finalmente nos hartamos de la cama calurosa y de poses casi teatrales que adoptamos para encontrar la posición exacta en la que nuestro cuerpo se siente cómodo, el limbisomnio se ha acabado y ha llegado la hora de dictaminar el insomnio.
martes, 14 de diciembre de 2010
Parióclido
(Adjetivo. Del latín parvus = pequeño y clades = calamidad)
Dícese de quien da malas noticias mínimas.
El parióclido comienza su conversación llevándose las manos a la cabeza y preparando el clima para su relato: "No sabés lo que me pasó...". Esperamos el desarrollo de una tragedia, pero de inmediato nos cuenta una historia banal y anodina: "Se me acabó el shampoo... Estoy hecho un desastre".
A veces, las terribles historias son sólo rumores o especulaciones acerca de intrascendentes hechos del futuro inmediato: "Se viene una terrible...", anticipa para generar intriga: "Parece que los palos de golf aumentan un cinco por ciento a partir del año que viene"
Curiosamente, el parióclido no suele preocuparse por generar el clima de suspenso cuando de verdad le ocurre una desgracia.
Dícese de quien da malas noticias mínimas.
El parióclido comienza su conversación llevándose las manos a la cabeza y preparando el clima para su relato: "No sabés lo que me pasó...". Esperamos el desarrollo de una tragedia, pero de inmediato nos cuenta una historia banal y anodina: "Se me acabó el shampoo... Estoy hecho un desastre".
A veces, las terribles historias son sólo rumores o especulaciones acerca de intrascendentes hechos del futuro inmediato: "Se viene una terrible...", anticipa para generar intriga: "Parece que los palos de golf aumentan un cinco por ciento a partir del año que viene"
Curiosamente, el parióclido no suele preocuparse por generar el clima de suspenso cuando de verdad le ocurre una desgracia.
viernes, 10 de diciembre de 2010
Poscaver
(Verbo transitivo. Del latín post = posterior y caveo = cuidarse. sustantivo: poscaución. Participio: poscavido)
Prevenir un peligro cuando sus efectos ya han comenzado.
El poscavido se pone abrigo y bufanda cuando ya ha adquirido neumonía; se vacuna sólo si ya tiene sarampión, arregla el dique cuando su ciudad se inundó por completo, y estudia abogacía una vez que ha conseguido el puesto de fiscal. Las medidas que toma no sólo llegan tarde: además, resultan inoperantes e improcedentes, porque pretenden actuar para prevenir algo cuyos efectos ya se han desencadenado. Las poscauciones funcionan, quizás, como amuletos mágicos: crean la falsa impresión de que se hace lo correcto: sin duda, abrigarse cuando hace frío, vacunarse, arreglar el dique o estudiar abogacía son acciones positivas en sí mismas, pero ninguna de ellas tiene efectos retroactivos.
Muchos políticos actúan con poscaución: descubren los caños y cloacas rotas, la instalación eléctrica defectuosa o la escasa reserva de agua sólo cuando los efectos negativos ya están actuando sobre la población. Entonces siguen dos estrategias posibles: o bien actúan con poscaución, cambiando los caños, reparando la electricidad o buscando fuentes alternativas de agua, o bien se entregan a un quietismo cretino con la excusa de que en las gestiones anteriores no se tomaron los debidos recaudos.
Prevenir un peligro cuando sus efectos ya han comenzado.
El poscavido se pone abrigo y bufanda cuando ya ha adquirido neumonía; se vacuna sólo si ya tiene sarampión, arregla el dique cuando su ciudad se inundó por completo, y estudia abogacía una vez que ha conseguido el puesto de fiscal. Las medidas que toma no sólo llegan tarde: además, resultan inoperantes e improcedentes, porque pretenden actuar para prevenir algo cuyos efectos ya se han desencadenado. Las poscauciones funcionan, quizás, como amuletos mágicos: crean la falsa impresión de que se hace lo correcto: sin duda, abrigarse cuando hace frío, vacunarse, arreglar el dique o estudiar abogacía son acciones positivas en sí mismas, pero ninguna de ellas tiene efectos retroactivos.
Muchos políticos actúan con poscaución: descubren los caños y cloacas rotas, la instalación eléctrica defectuosa o la escasa reserva de agua sólo cuando los efectos negativos ya están actuando sobre la población. Entonces siguen dos estrategias posibles: o bien actúan con poscaución, cambiando los caños, reparando la electricidad o buscando fuentes alternativas de agua, o bien se entregan a un quietismo cretino con la excusa de que en las gestiones anteriores no se tomaron los debidos recaudos.
jueves, 9 de diciembre de 2010
Reaforado
(Adjetivo. De re y aforar)
Dícese quien vuelve rápidamente a sus cabales luego de un episodio de enojo y violencia.
Sólo se puede estar reaforado si previamente se estuvo desaforado. El reaforado reacciona con golpes, gritos e insultos ante algo. Es posible que reciba puñetazos y patadas. Sin embargo en mitad de la pelea se detiene, levanta los brazos y dice "ya pasó, ya pasó". Con la ropa cortada en jirones y la nariz sangrando, se retira de buen humor como si sólo hubiera sido un espectador de la riña.
Dícese quien vuelve rápidamente a sus cabales luego de un episodio de enojo y violencia.
Sólo se puede estar reaforado si previamente se estuvo desaforado. El reaforado reacciona con golpes, gritos e insultos ante algo. Es posible que reciba puñetazos y patadas. Sin embargo en mitad de la pelea se detiene, levanta los brazos y dice "ya pasó, ya pasó". Con la ropa cortada en jirones y la nariz sangrando, se retira de buen humor como si sólo hubiera sido un espectador de la riña.
martes, 7 de diciembre de 2010
Oribasia
(Sustantivo. Del latín os = boca, basio = besar)
Sensación de haberle dado un beso en la boca a alguien.
El acto de saludar es a veces controvertido: en Argentina, los hombres se estrechan las manos y las mujeres se dan un beso en la mejilla. Si se trata de una presentación formal, es posible que tanto hombres como mujeres estrechen sus manos, y si es muy informal, quizás todos se saluden mediante un beso. Muchas veces es difícil determinar cuál es el saludo apropiado: un apretón de manos entre mujeres puede entenderse como un acto de frialdad y distancia; un beso entre hombres puede interpretarse como un irresponsable exceso de confianza. Después de haber saludado a un grupo de personas, puede uno quedarse con la duda: ¿Me habré comportado bien? ¿Ese era el saludo que se esperaba? ¿Hice bien en darle la mano a la decana, darle un beso a la secretaria, dar la mano al cadete, dar un beso al prosecretario que fue mi compañero de colegio y dar una palmadita en la espalda al empleado de limpieza? ¿No se habrá sentido alguien ofendido por esas diferencias en mi saludo?
Sin embargo, puede pasar algo peor: la oribasia. En este caso nos asalta un temor casi bochornoso: ¿no habremos saludado a alguien dándole un beso en la boca? Incluso, podemos sentir cierto húmedo calor en los labios, como si efectivamente otro labio (húmedo) hubiera hecho contacto con nuestra boca. No sólo puede inquietarnos esa duda: la otra, la peor, es la de no saber a quién se le dio el beso equivocado. ¿Le habré dado un besito sensual al cadete? ¿Me habré agarrado a chupones a la directora?
Nunca hay manera de corroborar si uno ha caído en la oribasia: eso confirmaría (quizás) que el temor era infundado. Si de verdad hubiera pasado algo así, no tardaría en volver el rumor de parte de algún malicioso compañero: "¿Es cierto que te comiste a besos al contador en la reunión de inventario?"
Sensación de haberle dado un beso en la boca a alguien.
El acto de saludar es a veces controvertido: en Argentina, los hombres se estrechan las manos y las mujeres se dan un beso en la mejilla. Si se trata de una presentación formal, es posible que tanto hombres como mujeres estrechen sus manos, y si es muy informal, quizás todos se saluden mediante un beso. Muchas veces es difícil determinar cuál es el saludo apropiado: un apretón de manos entre mujeres puede entenderse como un acto de frialdad y distancia; un beso entre hombres puede interpretarse como un irresponsable exceso de confianza. Después de haber saludado a un grupo de personas, puede uno quedarse con la duda: ¿Me habré comportado bien? ¿Ese era el saludo que se esperaba? ¿Hice bien en darle la mano a la decana, darle un beso a la secretaria, dar la mano al cadete, dar un beso al prosecretario que fue mi compañero de colegio y dar una palmadita en la espalda al empleado de limpieza? ¿No se habrá sentido alguien ofendido por esas diferencias en mi saludo?
Sin embargo, puede pasar algo peor: la oribasia. En este caso nos asalta un temor casi bochornoso: ¿no habremos saludado a alguien dándole un beso en la boca? Incluso, podemos sentir cierto húmedo calor en los labios, como si efectivamente otro labio (húmedo) hubiera hecho contacto con nuestra boca. No sólo puede inquietarnos esa duda: la otra, la peor, es la de no saber a quién se le dio el beso equivocado. ¿Le habré dado un besito sensual al cadete? ¿Me habré agarrado a chupones a la directora?
Nunca hay manera de corroborar si uno ha caído en la oribasia: eso confirmaría (quizás) que el temor era infundado. Si de verdad hubiera pasado algo así, no tardaría en volver el rumor de parte de algún malicioso compañero: "¿Es cierto que te comiste a besos al contador en la reunión de inventario?"
lunes, 6 de diciembre de 2010
Espaniforia
(Sustantivo. Del griego spánios = escaso, raro, excepcional y synforo = acontecimiento)
Dificultad extra de un problema por causas puramente idiosincrásicas.
No somos especiales en nuestras virtudes, pero nuestros defectos son especialmente rebuscados: "Usted tiene divertículos. Normalmente, los divertículos de su tamaño no provocan ninguna consecuencia indeseable. En su caso, en cambio, por razones que no podemos determinar, a usted le provoca mareos, vómitos y psicosis" . Cuando nos comunican la causa de un malestar, resulta que nuestro cuerpo reacciona de maneras raras e inesperadas. Algo en nosotros funciona a contramano de las leyes más pedestres.
La espaniforia no ocurre sólo con hechos de nuestra constitución anatómica: también se hace extensivo a los objetos que nos rodean. Si la heladera tiene un leve desnivel, es probable que, cuando se la descongele, el agua no escurra como corresponde. Normalmente, no hay otro problema adicional. Pero por alguna razón (la conjunción entre el desnivel, el motor de fabricación coreana, el peso de la puerta y las alacenas con un número impar de huevos), en nuestro caso cada vez que descongelamos la heladera se escuchan extrañas explosiones. Cuando se deja el televisor enchufado, por lo general no suelen haber consecuencias. Nuestro televisor, en cambio, si queda apagado pero conectado a la electricidad, provoca que se enciendan las luces de toda la casa.
Hay una diferencia entre la espaniforia y la ergonofagia. Mientras que para el ergonófago la solución de un problema es sencilla, pero imposible, en la espaniforia la solución se vuelve impracticable o difícil por la rareza y complejidad del fenómeno.
Dificultad extra de un problema por causas puramente idiosincrásicas.
No somos especiales en nuestras virtudes, pero nuestros defectos son especialmente rebuscados: "Usted tiene divertículos. Normalmente, los divertículos de su tamaño no provocan ninguna consecuencia indeseable. En su caso, en cambio, por razones que no podemos determinar, a usted le provoca mareos, vómitos y psicosis" . Cuando nos comunican la causa de un malestar, resulta que nuestro cuerpo reacciona de maneras raras e inesperadas. Algo en nosotros funciona a contramano de las leyes más pedestres.
La espaniforia no ocurre sólo con hechos de nuestra constitución anatómica: también se hace extensivo a los objetos que nos rodean. Si la heladera tiene un leve desnivel, es probable que, cuando se la descongele, el agua no escurra como corresponde. Normalmente, no hay otro problema adicional. Pero por alguna razón (la conjunción entre el desnivel, el motor de fabricación coreana, el peso de la puerta y las alacenas con un número impar de huevos), en nuestro caso cada vez que descongelamos la heladera se escuchan extrañas explosiones. Cuando se deja el televisor enchufado, por lo general no suelen haber consecuencias. Nuestro televisor, en cambio, si queda apagado pero conectado a la electricidad, provoca que se enciendan las luces de toda la casa.
Hay una diferencia entre la espaniforia y la ergonofagia. Mientras que para el ergonófago la solución de un problema es sencilla, pero imposible, en la espaniforia la solución se vuelve impracticable o difícil por la rareza y complejidad del fenómeno.
viernes, 3 de diciembre de 2010
Monagonía
(Sustantivo. Del griego monos = único y agón = lucha. Adjetivo: monagónico)
Situación de contienda en la que hay un único participante.
Es claro que, por muy pobre que sea el desempeño, un contendiente único tiene casi todas las chances de adjudicarse la victoria. Si es una solitaria carrera pedestre, el corredor deberá observar una única regla: transitar el camino estipulado, sin tener en cuenta el tiempo que se tarde en recorrerlo ni la cantidad de veces que se detenga. Si se trata de rendir un concurso para adjudicarse un cargo, el postulante deberá ser conciso y convincente en su examen y en su exposición, sin necesidad de esgrimir grandes credenciales ni títulos rimbombantes que pudieran dar una ventaja ante un rival. La monagonía se realiza en un clima de distensión y por lo general tiene la victoria cantada, aunque las cosas no siempre son tan lineales. En la monagonía se compite contra los propios nervios y la propia resistencia. Aun en la carrera más corta el monagónico puede sufrir un calambre. Siempre es posible que, en un partido de fútbol sin rivales, se pierda por goles en contra.
Situación de contienda en la que hay un único participante.
Es claro que, por muy pobre que sea el desempeño, un contendiente único tiene casi todas las chances de adjudicarse la victoria. Si es una solitaria carrera pedestre, el corredor deberá observar una única regla: transitar el camino estipulado, sin tener en cuenta el tiempo que se tarde en recorrerlo ni la cantidad de veces que se detenga. Si se trata de rendir un concurso para adjudicarse un cargo, el postulante deberá ser conciso y convincente en su examen y en su exposición, sin necesidad de esgrimir grandes credenciales ni títulos rimbombantes que pudieran dar una ventaja ante un rival. La monagonía se realiza en un clima de distensión y por lo general tiene la victoria cantada, aunque las cosas no siempre son tan lineales. En la monagonía se compite contra los propios nervios y la propia resistencia. Aun en la carrera más corta el monagónico puede sufrir un calambre. Siempre es posible que, en un partido de fútbol sin rivales, se pierda por goles en contra.
jueves, 2 de diciembre de 2010
Emparentonamiento
(Verbo transitivo. De pariente. Verbo: emparentonarse)
Reclamo de una persona para que se lo trate como a un pariente.
Cuando un amigo de la familia pide que lo llamen "tío", se ha emparentonado. Adicionalmente, un emparentonado puede sentirse ofendido si no se lo incluye en las reuniones familiares o si no se lo tiene en cuenta para compartir ciertos eventos íntimos: si nuestra hija se recibe de médica, el emparentonado no querrá perderse la ceremonia ni el ágape, y no se privará de salir en las fotos.
En casos extremos, al emparentonado se le reserva una habitación en la casa y se le permite participar en las decisiones de la familia.
No siempre esta circunstancia es negativa: cuando los parientes reales se encuentran distanciados, un amigo emparentonado suele ser una compañía agradable y deseada. A veces el emparentonamiento resulta natural y no forzado: es la propia familia el que decide llamar "tía" a la señora que vive en la piecita del fondo y que todos los días prepara el almuerzo sin pedir nada a cambio.
Reclamo de una persona para que se lo trate como a un pariente.
Cuando un amigo de la familia pide que lo llamen "tío", se ha emparentonado. Adicionalmente, un emparentonado puede sentirse ofendido si no se lo incluye en las reuniones familiares o si no se lo tiene en cuenta para compartir ciertos eventos íntimos: si nuestra hija se recibe de médica, el emparentonado no querrá perderse la ceremonia ni el ágape, y no se privará de salir en las fotos.
En casos extremos, al emparentonado se le reserva una habitación en la casa y se le permite participar en las decisiones de la familia.
No siempre esta circunstancia es negativa: cuando los parientes reales se encuentran distanciados, un amigo emparentonado suele ser una compañía agradable y deseada. A veces el emparentonamiento resulta natural y no forzado: es la propia familia el que decide llamar "tía" a la señora que vive en la piecita del fondo y que todos los días prepara el almuerzo sin pedir nada a cambio.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Megustero
(Adjetivo. De "me gusta")
Dícese de quien sólo interviene en la red social Facebook haciendo click en la opción "me gusta"
El megustero no publica ni comenta; únicamente se lo conoce por su adhesión a ciertas notas o comentarios. No tiene reparos en mostrar su reacción favorable aun en las publicaciones en las que se dan malas noticias: se lo conoce por poner "me gusta" bajo comentarios que dicen "desaprobé el examen" o "murió mi perro". No lo hace con mala intención; simplemente trata de expresar su solidaridad con el casi nulo arsenal de opciones que le permite la red social mediante un solo click.
A veces el megustero cliquea "me gusta" aun sin leer el texto escrito, o ver el video enlazado: lo hace sólo para dejar asentado que anduvo por allí.
El megustero tiene una sensación de ligera impotencia cuando visita un sitio en el que no puede dejar su reacción favorable, o cuando esa reacción le demanda la escritura de un comentario.
Uso: "Últimamente no dejo ningún comentario; me estoy volviendo megustero".
(Nota: el profesor Julio López Garbayo hace un análisis muy lúcido acerca de este término, y enriquece la semántica del mismo dándole una connotación mucho más positiva)
Dícese de quien sólo interviene en la red social Facebook haciendo click en la opción "me gusta"
El megustero no publica ni comenta; únicamente se lo conoce por su adhesión a ciertas notas o comentarios. No tiene reparos en mostrar su reacción favorable aun en las publicaciones en las que se dan malas noticias: se lo conoce por poner "me gusta" bajo comentarios que dicen "desaprobé el examen" o "murió mi perro". No lo hace con mala intención; simplemente trata de expresar su solidaridad con el casi nulo arsenal de opciones que le permite la red social mediante un solo click.
A veces el megustero cliquea "me gusta" aun sin leer el texto escrito, o ver el video enlazado: lo hace sólo para dejar asentado que anduvo por allí.
El megustero tiene una sensación de ligera impotencia cuando visita un sitio en el que no puede dejar su reacción favorable, o cuando esa reacción le demanda la escritura de un comentario.
Uso: "Últimamente no dejo ningún comentario; me estoy volviendo megustero".
(Nota: el profesor Julio López Garbayo hace un análisis muy lúcido acerca de este término, y enriquece la semántica del mismo dándole una connotación mucho más positiva)
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