(Sustantivo. Del latín in = negación y oblivio = olvido)
Sensación de haber olvidado algo en algún lugar.
Después de haber visitado parientes y amigos durante un largo día, llegamos a casa y sentimos que nos falta algo. No podemos precisar qué, pero tenemos la sospecha de que hoy temprano llevábamos alguna cosa, y ahora, de vuelta en casa, esa cosa no está. Hacemos rápidos e imprecisos recuentos (la cartera, la bufanda, el pañuelo, el teléfono, las llaves, las aspirinas, las bolsas de colostomía), pero todo parece estar en su lugar. ¿No hice alguna compra, y luego olvidé eso que compré en la casa de Carlitos? ¿No llevaba yo el amuleto contra la envidia y el mal de ojos antes de salir? Ninguna sospecha se confirma. Sin embargo la sensación persiste unos minutos y perdura luego como una leve preocupación lejanamente consciente.
Quizás la inoblia sea el reflejo de la pérdida irrecuperable del día que pasó. Tal vez no hemos olvidado algún objeto físico: tal vez sólo olvidamos decir ciertas palabras, dar un abrazo, ayudar, insultar o golpear a alguien. A veces sólo deseamos haber olvidado algo para tener una buena excusa para volver.
Definiciones y términos que no figuran en el diccionario ("Exonario" no figura en el diccionario, pero sí figura en Exonario)
martes, 30 de noviembre de 2010
viernes, 26 de noviembre de 2010
Ditoscripto
(Sustantivo masculino. Del latín digitus = dedo; scriptio = escritura y vitrum = vidrio. Contracción de digitoscriptionóvitro)
Escritura con el dedo en los vidrios sucios o empañados.
Corazones con iniciales, caritas sonrientes o la inscripción "Lavame Sucio" son típicos ditoscriptos. Tienen una existencia efímera, y la candidez de los mensajes que expresan parecen confirmarlo: nadie escribe amenazas de muerte, obras de teatro, tesis doctorales o invitaciones a eventos en los vidrios empañados.
Escritura con el dedo en los vidrios sucios o empañados.
Corazones con iniciales, caritas sonrientes o la inscripción "Lavame Sucio" son típicos ditoscriptos. Tienen una existencia efímera, y la candidez de los mensajes que expresan parecen confirmarlo: nadie escribe amenazas de muerte, obras de teatro, tesis doctorales o invitaciones a eventos en los vidrios empañados.
jueves, 25 de noviembre de 2010
Cuido
(Sustantivo. De cuidar)
1. Necesidad imperiosa y súbita de cuidar un objeto que no necesita o no merece ser cuidado.
Así como se puede tener un descuido, también puede haber un cuido.
El cuido se presenta de manera obsesiva y repentina: de un momento para otro, nos encontramos preocupados por uno de los cien adornos de la biblioteca, por los cuchillos en el cajón de cubiertos, o por el bolígrafo que llevamos en la cartera: ¿Y si un viento fuerte hiciera caer los adornos? ¿Qué pasaría si a los cuchillos se les saliera el mango? ¿No debería llevar el bolígrafo en otro lugar, para que no me lo roben? Durante largos minutos cavilamos indecisos, pensando en la mejor estrategia para cuidar a ese objeto, como si el hipotético peligro al que podría someterse fuera, en verdad, algo grave y demandante.
De manera inmediata comprobamos que el objeto no sufre ningún riesgo serio o evidente. Sin embargo, esa corroboración no basta para despejar nuestra preocupación: si no había razones para que la preocupación apareciera, tampoco una buena razón la hará desaparecer.
Este término se aplica con mayor propiedad a la necesidad de cuidar algo que es de por sí desechable o despreciable: las servilletas de papel usadas, los restos pulverizados de papas fritas del fondo del paquete o el clip que guardamos en la cartuchera entre medio de lápices, gomas de borrar y bolígrafos. A veces el cuido se extiende en el tiempo hacia un único objeto: si preferimos que nadie use (ni nosotros mismos) la taza azul o el plato floreado sólo por temor a que se rompa o sea robado, estamos sufriendo de cuido.
El cuido es, en el fondo, la conciencia de que aun las cosas más inútiles e insignificantes pueden desaparecer o deteriorarse.
Uso: "Estaba lo más bien recién y ahora me agarró un cuido con la cortina de baño... Por favor, que nadie se bañe en esta casa hasta que se me pase"
2. Obsesión por cuidar un objeto ajeno sin que el dueño pida que lo cuiden.
Quien padece de esta clase de cuido suele poner mayor empeño en vigilar lo ajeno que en atender sus propios asuntos. En esta acepción, el que sufre de cuido no es asaltado de manera repentina: sus cuidos duran días, meses o años: el vecino con cuido custodia que los ladrones no roben la lamparita de entrada en la casa de al lado. No le preocupa si entran por atrás a desvalijar la vivienda: él se autoasume guardián de esa única lamparita, y desde su lugar de microarca la protegerá con un celo despiadado y enloquecido. El empleado con cuido velará por que no se use la fotocopiadora: nadie le asignó ese papel, pero él se siente obligado a preservar su buen funcionamiento, aun a costa de no permitir ese funcionamiento que pretende preservar.
Los niños suelen tener cuidos con juguetes ajenos y en su celo no permiten ni que su propio dueño se acerque.
1. Necesidad imperiosa y súbita de cuidar un objeto que no necesita o no merece ser cuidado.
Así como se puede tener un descuido, también puede haber un cuido.
El cuido se presenta de manera obsesiva y repentina: de un momento para otro, nos encontramos preocupados por uno de los cien adornos de la biblioteca, por los cuchillos en el cajón de cubiertos, o por el bolígrafo que llevamos en la cartera: ¿Y si un viento fuerte hiciera caer los adornos? ¿Qué pasaría si a los cuchillos se les saliera el mango? ¿No debería llevar el bolígrafo en otro lugar, para que no me lo roben? Durante largos minutos cavilamos indecisos, pensando en la mejor estrategia para cuidar a ese objeto, como si el hipotético peligro al que podría someterse fuera, en verdad, algo grave y demandante.
De manera inmediata comprobamos que el objeto no sufre ningún riesgo serio o evidente. Sin embargo, esa corroboración no basta para despejar nuestra preocupación: si no había razones para que la preocupación apareciera, tampoco una buena razón la hará desaparecer.
Este término se aplica con mayor propiedad a la necesidad de cuidar algo que es de por sí desechable o despreciable: las servilletas de papel usadas, los restos pulverizados de papas fritas del fondo del paquete o el clip que guardamos en la cartuchera entre medio de lápices, gomas de borrar y bolígrafos. A veces el cuido se extiende en el tiempo hacia un único objeto: si preferimos que nadie use (ni nosotros mismos) la taza azul o el plato floreado sólo por temor a que se rompa o sea robado, estamos sufriendo de cuido.
El cuido es, en el fondo, la conciencia de que aun las cosas más inútiles e insignificantes pueden desaparecer o deteriorarse.
Uso: "Estaba lo más bien recién y ahora me agarró un cuido con la cortina de baño... Por favor, que nadie se bañe en esta casa hasta que se me pase"
2. Obsesión por cuidar un objeto ajeno sin que el dueño pida que lo cuiden.
Quien padece de esta clase de cuido suele poner mayor empeño en vigilar lo ajeno que en atender sus propios asuntos. En esta acepción, el que sufre de cuido no es asaltado de manera repentina: sus cuidos duran días, meses o años: el vecino con cuido custodia que los ladrones no roben la lamparita de entrada en la casa de al lado. No le preocupa si entran por atrás a desvalijar la vivienda: él se autoasume guardián de esa única lamparita, y desde su lugar de microarca la protegerá con un celo despiadado y enloquecido. El empleado con cuido velará por que no se use la fotocopiadora: nadie le asignó ese papel, pero él se siente obligado a preservar su buen funcionamiento, aun a costa de no permitir ese funcionamiento que pretende preservar.
Los niños suelen tener cuidos con juguetes ajenos y en su celo no permiten ni que su propio dueño se acerque.
sábado, 20 de noviembre de 2010
Cumpleaños
Hoy, veinte de noviembre, Exonario cumple cuatro años.
(Casi) una palabra por cada día hábil.
Mil ciento sesenta términos nuevos con sus respectivas definiciones.
¡Salud!
viernes, 19 de noviembre de 2010
Miranene
(Sustantivo. De "mirá" y "nene")
Regaño, reproche o admonición que realiza una persona apelando a una falsa asimetría etaria.
Si alguien de nuestra propia edad o menor debe decirnos que estamos haciendo algo mal, es posible que lo tomemos como una ofensa. No queremos que un compañero de la universidad nos indique que somos muy malos conductores de automóvil, o que no combinamos la ropa, o que a nuestra mujer no hay que pegarle. Sin embargo, ese alguien puede asumir una estrategia diferente para decirnos las cosas más terribles de manera impune: puede lanzarnos un miranene; es decir: simular que es alguien muy mayor (como una tía, o un padre) y desde ese falso lugar de sabiduría veterana increparnos como si de verdad fuese un anciano con experiencia: "Mirá, nene, me parece que el pantalón fucsia no pega con la camisa amarilla de lunares violeta". Hay una variante de miranene que utiliza el apelativo 'querida': "Mirá, querida, tu marido es muy bueno pero vos medio que lo tratás como el orto". Esos "Mirá, querida" o "Mirá, nene" son dichos con una voz grave y afectada, como si en vez de nuestro cuñado estuviese hablando un desconocido superyó.
También podemos llamar miranene al reproche que realiza genuinamente una persona mayor a otra joven. Pero en ese caso no destacaríamos el matiz del apelativo, sino la atinencia del reproche.
Regaño, reproche o admonición que realiza una persona apelando a una falsa asimetría etaria.
Si alguien de nuestra propia edad o menor debe decirnos que estamos haciendo algo mal, es posible que lo tomemos como una ofensa. No queremos que un compañero de la universidad nos indique que somos muy malos conductores de automóvil, o que no combinamos la ropa, o que a nuestra mujer no hay que pegarle. Sin embargo, ese alguien puede asumir una estrategia diferente para decirnos las cosas más terribles de manera impune: puede lanzarnos un miranene; es decir: simular que es alguien muy mayor (como una tía, o un padre) y desde ese falso lugar de sabiduría veterana increparnos como si de verdad fuese un anciano con experiencia: "Mirá, nene, me parece que el pantalón fucsia no pega con la camisa amarilla de lunares violeta". Hay una variante de miranene que utiliza el apelativo 'querida': "Mirá, querida, tu marido es muy bueno pero vos medio que lo tratás como el orto". Esos "Mirá, querida" o "Mirá, nene" son dichos con una voz grave y afectada, como si en vez de nuestro cuñado estuviese hablando un desconocido superyó.
También podemos llamar miranene al reproche que realiza genuinamente una persona mayor a otra joven. Pero en ese caso no destacaríamos el matiz del apelativo, sino la atinencia del reproche.
jueves, 18 de noviembre de 2010
Letifrema
(Sustantivo. Del griego leté = olvido y eu = bueno y froné = pensamiento)
Sensación de que la idea olvidada era muy buena.
Por culpa del pistentimio, vamos por la vida teniendo ideas momentáneas que se pierden en el olvido. Por culpa de los letifremas, nos embarga la sospecha de que esa idea perdida habría sido genial; quizás el leit motiv para escribir una novela famosa, o una tesis doctoral, o el guión de una película, o un método para ayudar a depresivos. Desde luego, no hay manera de corroborarlo: sólo nos queda la sensación de haber perdido algo bueno, aunque no haya quedado el menor vestigio de ello en nuestra memoria. Después de un letifrema, se pueden ensayar lamentos y autocompasiones: después de todo, uno es talentoso, tiene buenas ideas, pero el olvido nos juega una mala pasada. Sin embargo resulta sospechoso que sólo recordemos las ideas malas y estériles: nunca podemos olvidar la copla guaranga que se nos ocurrió en el colectivo, la invención de un títere hecho enteramente con embutidos, o el novedoso método para darse una paliza solo. En cambio, esas ideas que habrían cambiado la mente y el destino de la humanidad permanecerán para siempre en el olvido.
Es posible que las personas a quienes calificamos de mediocres sean, en realidad, grandes genios creativos con muy frágil memoria. Como uno mismo.
Sensación de que la idea olvidada era muy buena.
Por culpa del pistentimio, vamos por la vida teniendo ideas momentáneas que se pierden en el olvido. Por culpa de los letifremas, nos embarga la sospecha de que esa idea perdida habría sido genial; quizás el leit motiv para escribir una novela famosa, o una tesis doctoral, o el guión de una película, o un método para ayudar a depresivos. Desde luego, no hay manera de corroborarlo: sólo nos queda la sensación de haber perdido algo bueno, aunque no haya quedado el menor vestigio de ello en nuestra memoria. Después de un letifrema, se pueden ensayar lamentos y autocompasiones: después de todo, uno es talentoso, tiene buenas ideas, pero el olvido nos juega una mala pasada. Sin embargo resulta sospechoso que sólo recordemos las ideas malas y estériles: nunca podemos olvidar la copla guaranga que se nos ocurrió en el colectivo, la invención de un títere hecho enteramente con embutidos, o el novedoso método para darse una paliza solo. En cambio, esas ideas que habrían cambiado la mente y el destino de la humanidad permanecerán para siempre en el olvido.
Es posible que las personas a quienes calificamos de mediocres sean, en realidad, grandes genios creativos con muy frágil memoria. Como uno mismo.
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Optirregista
(Adjetivo. Del latín optimus = óptimo y redigo = exigir)
Quien considera que algo está bien hecho sólo si se hace de manera óptima y absoluta.
Un optirregista reconoce las virtudes de algo bueno, pero las deja opacadas de manera inmediata cuando las compara con algún estado al que considera óptimo: "Sí, la pizza estaba muy rica; fue una de las mejores que comí en mi vida... Pero no la recomiendo, porque no era como la que hacía mi abuela"
En el orden político, el optirregista no acepta medias tintas: "Está bien, ha disminuido drásticamente la pobreza. Pero sigue habiendo pobres, así que esta política es un desastre" El optirregista pretende desconocer que las acciones masivas suelen tener un efecto estadístico, y que los resultados políticos deben medirse según índices de mejora o empeoramiento a mediano y largo plazo, y no según la visión maniquea del "todo" o "nada" inmediatos. "El presidente dijo que, después de la guerra, iba a reconstruir las casas bombardeadas. Sin embargo, quedaron tres casas totalmente destruidas, y ya termina su mandato... ¿no piensa cumplir con las promesas?". A veces toma como referencia la situación negativa de una persona determinada: "Los gobiernos pasan, y Carlitos, mi vecino, sigue siendo pobre... Al final todos los presidentes son iguales". No tiene en cuenta que, a pesar de seguir siendo pobre, quizás Carlitos haya cambiado su situación y sus expectativas. Para el optirregista, si la actuación política no revierte hasta la última injusticia individual, entonces hay que descartarla de plano. Por eso, los políticos opositores suelen practicar la estrategia optirregista: sacan a relucir el estado deplorable de un único caso para mostrar que no se ha avanzado lo suficiente. Fingen no tener en cuenta que los avances sólo pueden medirse lentamente, año tras año, y que siempre hay trabajo por hacer.
Quien considera que algo está bien hecho sólo si se hace de manera óptima y absoluta.
Un optirregista reconoce las virtudes de algo bueno, pero las deja opacadas de manera inmediata cuando las compara con algún estado al que considera óptimo: "Sí, la pizza estaba muy rica; fue una de las mejores que comí en mi vida... Pero no la recomiendo, porque no era como la que hacía mi abuela"
En el orden político, el optirregista no acepta medias tintas: "Está bien, ha disminuido drásticamente la pobreza. Pero sigue habiendo pobres, así que esta política es un desastre" El optirregista pretende desconocer que las acciones masivas suelen tener un efecto estadístico, y que los resultados políticos deben medirse según índices de mejora o empeoramiento a mediano y largo plazo, y no según la visión maniquea del "todo" o "nada" inmediatos. "El presidente dijo que, después de la guerra, iba a reconstruir las casas bombardeadas. Sin embargo, quedaron tres casas totalmente destruidas, y ya termina su mandato... ¿no piensa cumplir con las promesas?". A veces toma como referencia la situación negativa de una persona determinada: "Los gobiernos pasan, y Carlitos, mi vecino, sigue siendo pobre... Al final todos los presidentes son iguales". No tiene en cuenta que, a pesar de seguir siendo pobre, quizás Carlitos haya cambiado su situación y sus expectativas. Para el optirregista, si la actuación política no revierte hasta la última injusticia individual, entonces hay que descartarla de plano. Por eso, los políticos opositores suelen practicar la estrategia optirregista: sacan a relucir el estado deplorable de un único caso para mostrar que no se ha avanzado lo suficiente. Fingen no tener en cuenta que los avances sólo pueden medirse lentamente, año tras año, y que siempre hay trabajo por hacer.
martes, 16 de noviembre de 2010
Decibópano
(Adjetivo. Del latín diduco = separar ; cibus = comida y patina = plato)
Quien mantiene separados los ingredientes de una comida en el plato.
Cuando una comida consta de una vianda principal y una guarnición, o una cantidad bien diferenciable de ingredientes heterogéneos, el decibópano asigna un lugar del plato a cada alimento: las papas a la derecha, el pollo a la izquierda; el arroz en el sector cicrular inferior del plato, las arvejas al centro, los morrones arriba. Después de establecer los territorios de sus porciones, decide en qué orden va a comerlas, o de qué modo realizará combinaciones entre ellos. En ningún caso se permite llevar un bocado en el que los ingredientes se mezclen de manera azarosa.
Quien mantiene separados los ingredientes de una comida en el plato.
Cuando una comida consta de una vianda principal y una guarnición, o una cantidad bien diferenciable de ingredientes heterogéneos, el decibópano asigna un lugar del plato a cada alimento: las papas a la derecha, el pollo a la izquierda; el arroz en el sector cicrular inferior del plato, las arvejas al centro, los morrones arriba. Después de establecer los territorios de sus porciones, decide en qué orden va a comerlas, o de qué modo realizará combinaciones entre ellos. En ningún caso se permite llevar un bocado en el que los ingredientes se mezclen de manera azarosa.
viernes, 12 de noviembre de 2010
Necróptero
(Adjetivo. De nekrós = muerte y -ópter = que mira)
Muerto que tiene los ojos abiertos.
Solemos bajar los párpados de una persona que muere con los ojos abiertos. Quizás por piedad o, mejor, porque nos asusta esa mirada enajenada. Algunos necrópteros parecen observar al infinito. Otros han muerto con un gesto de concentración muy definido: sus ojos y su ceño fruncido han quedado fijados en la dirección del televisor, o en un punto preciso de la pared, o en la rama seca del árbol que se ve a través de la ventana. El necróptero nos informa qué fue lo último que vio la persona que habitó ese cuerpo.
Muerto que tiene los ojos abiertos.
Solemos bajar los párpados de una persona que muere con los ojos abiertos. Quizás por piedad o, mejor, porque nos asusta esa mirada enajenada. Algunos necrópteros parecen observar al infinito. Otros han muerto con un gesto de concentración muy definido: sus ojos y su ceño fruncido han quedado fijados en la dirección del televisor, o en un punto preciso de la pared, o en la rama seca del árbol que se ve a través de la ventana. El necróptero nos informa qué fue lo último que vio la persona que habitó ese cuerpo.
miércoles, 10 de noviembre de 2010
Losinar
(Del latín laudatio = elogio y sinuosus = sinuoso. También puede aceptarse la forma lausinar. Sustantivo: losinación. Sustantivo agente: losinador)
Elogiarse a sí mismo de manera indirecta.
"Yo soy la más fea de toda la familia", dice una modelo hermosísima para elogiar a sus hermanas. Sin embargo, ella sabe de su increíble belleza y es consciente de que con sus palabras marca un estándar familiar bien alto. No faltan los desprevenidos que caen en la trampa y exclaman: "Si ella es la más fea, ¡cómo serán las hermanas!"
El losinador evita hacer referencia directa a sus virtudes. Sin embargo, ciertos comentarios delatan su necesidad de elogiarse: "Ayer seleccionaron a los más aptos para el puesto de gerente, que cobra cinco mil euros, trabaja tres horas por día y tiene seis meses de vacaciones. ¡Qué laburo de mierda! ¿A que no sabés a quién eligieron? A mí, claro." Aunque finja que no le interesa el trabajo, losina dejando deslizar que no cualquiera puede acceder a ese puesto.
"No me gustan los libros que escribo; sin embargo han sido elogiados por los más grandes escritores. Saramago dijo que soy el mejor escritor del siglo. Allá ellos, no sé qué le vieron a mi escritura", dice un escritor en una conferencia. Cada vez que una persona comenta el elogio que otro le hizo, e inmediatamente trata de rebajar ese elogio, está losinando. Aun si dice "sinceramente, creo que no merezco ese elogio", sigue losinando: no sólo desea que lo elogien; también quiere que lo consideren humilde.
Elogiarse a sí mismo de manera indirecta.
"Yo soy la más fea de toda la familia", dice una modelo hermosísima para elogiar a sus hermanas. Sin embargo, ella sabe de su increíble belleza y es consciente de que con sus palabras marca un estándar familiar bien alto. No faltan los desprevenidos que caen en la trampa y exclaman: "Si ella es la más fea, ¡cómo serán las hermanas!"
El losinador evita hacer referencia directa a sus virtudes. Sin embargo, ciertos comentarios delatan su necesidad de elogiarse: "Ayer seleccionaron a los más aptos para el puesto de gerente, que cobra cinco mil euros, trabaja tres horas por día y tiene seis meses de vacaciones. ¡Qué laburo de mierda! ¿A que no sabés a quién eligieron? A mí, claro." Aunque finja que no le interesa el trabajo, losina dejando deslizar que no cualquiera puede acceder a ese puesto.
"No me gustan los libros que escribo; sin embargo han sido elogiados por los más grandes escritores. Saramago dijo que soy el mejor escritor del siglo. Allá ellos, no sé qué le vieron a mi escritura", dice un escritor en una conferencia. Cada vez que una persona comenta el elogio que otro le hizo, e inmediatamente trata de rebajar ese elogio, está losinando. Aun si dice "sinceramente, creo que no merezco ese elogio", sigue losinando: no sólo desea que lo elogien; también quiere que lo consideren humilde.
martes, 9 de noviembre de 2010
Infeminar(se)
(Verbo transitivo. De fémina. Sustantivo: infeminación)
Ocupar una mujer cargos o lugares que en cierto imaginario social machista, sólo debe ser ocupado por hombres.
Uso: "Desde que las mujeres pudieron ser jefas, ahora ocupan todos los puestos jerárquicos e infeminaron todo". "Carlos, desde que empezó con eso de la igualdad entre el hombre y la mujer, infeminó el club de bochas"
Sólo hay usos machistas de este término. La expresión "infeminación" tiene resonancias de "diseminación" e "infección": la infeminación se concibe como una plaga que se difundió y no se supo combatir a tiempo (presumiblemente, por falta de rigor y firmeza por parte de los hombres).
Ocupar una mujer cargos o lugares que en cierto imaginario social machista, sólo debe ser ocupado por hombres.
Uso: "Desde que las mujeres pudieron ser jefas, ahora ocupan todos los puestos jerárquicos e infeminaron todo". "Carlos, desde que empezó con eso de la igualdad entre el hombre y la mujer, infeminó el club de bochas"
Sólo hay usos machistas de este término. La expresión "infeminación" tiene resonancias de "diseminación" e "infección": la infeminación se concibe como una plaga que se difundió y no se supo combatir a tiempo (presumiblemente, por falta de rigor y firmeza por parte de los hombres).
viernes, 5 de noviembre de 2010
Joncatenación
(Sustantivo. De jonca = cajón, haciendo referencia al ataúd y concatenación)
Sucesión de varias muertes seguidas de personas de un mismo ámbito.
A veces nos enteramos de que murieron tres de los cajeros del supermercado en el último mes. Cada uno murió por causas diferentes, pero la seguidilla fúnebre y la coincidencia de rubro son más que llamativas. Puede pensarse que, quizás, en el ejemplo dado las muertes hayan estado ocasionadas por las malas condiciones de empleo y el estrés. Sin embargo, a veces nos sorprenden casos muy dispares y no conectados, excepto por cierta comunidad de espacios e intereses: será una joncatenación si mueren cuatro o cinco asistentes al taller literario, o clientes de una misma verdulería, o amantes de los bonsai, u ocasionales visitantes de una poco frecuentada página de internet.
Para que la expresión pueda utilizarse sin lugar a dudas, es necesario que la cantidad de muertos supere, al menos, las tres unidades. Dos muertos aun no son una joncatenación; en todo caso configuran una única curiosa tragedia. Tres muertos, en cambio, es una coincidencia que amerita una palabra.
Sucesión de varias muertes seguidas de personas de un mismo ámbito.
A veces nos enteramos de que murieron tres de los cajeros del supermercado en el último mes. Cada uno murió por causas diferentes, pero la seguidilla fúnebre y la coincidencia de rubro son más que llamativas. Puede pensarse que, quizás, en el ejemplo dado las muertes hayan estado ocasionadas por las malas condiciones de empleo y el estrés. Sin embargo, a veces nos sorprenden casos muy dispares y no conectados, excepto por cierta comunidad de espacios e intereses: será una joncatenación si mueren cuatro o cinco asistentes al taller literario, o clientes de una misma verdulería, o amantes de los bonsai, u ocasionales visitantes de una poco frecuentada página de internet.
Para que la expresión pueda utilizarse sin lugar a dudas, es necesario que la cantidad de muertos supere, al menos, las tres unidades. Dos muertos aun no son una joncatenación; en todo caso configuran una única curiosa tragedia. Tres muertos, en cambio, es una coincidencia que amerita una palabra.
jueves, 4 de noviembre de 2010
Seudostro
(Adjetivo. Del griego pseudós = falso y oistrós = aguijón)
Dícese de la persona que se considera a sí misma capaz de advertir, amonestar y concientizar a otros.
El seudostro cree que tiene una misión trascendente. Aunque su bagaje conceptual es deplorable, y aunque sus convicciones resultan escasas y contradictorias, él supone que sus duras, prejuiciosas y muchas veces infundadas admoniciones provocarán un "despertar", o un "abrir los ojos" en sus irritados oyentes. Es común que un seudostro se vanaglorie de sus (puramente imaginarios) buenos resultados: "Ayer le dije a Carlitos que esa mujer con la que sale no es para él, que algún día lo va a engañar; que se tiene que buscar otra. Al principio se enojó, pero después (antes de pegarme una trompada) me miró como diciendo 'tenés razón'". Otras veces, el seudostro cuenta dudosas anécdotas del pasado, para mostrarnos que "desde muy joven" se dedicó a "decir todas las verdades" a la gente y que "no se calla nada", esperando quizás que sus obligados oyentes le rindan pleitesía. "Hace veinticinco años hablé con el presidente de la república, el finado Raúl Alfonsín y le dije: Raúl, se viene la hiperinflación, se viene la hiperinflación, cuidado con las especulaciones financieras... No me hizo caso, y fijate la que se vino en el ochenta y nueve"
El seudostro realiza una amalgama entre el consejo malicioso y la advertencia: por un lado, dictamina cuál es el único camino que se debe seguir para evitar un mal horrendo; por otro lado, infiere cuál es el mal terrible en el que (de manera inexorable) desembocarán los acontecimientos si se desoye su advertencia. Muchas veces (y esto es lo típico) es ambiguo y poco específico en su relato de los hechos actuales; sin embargo, a pesar de ello, parece tener muy en claro cuáles serán las terribles consecuencias si no se actúa como recomienda. Si se le pregunta cómo está el contexto político, dirá "Está todo, pero todo, todo, mal". Ahora bien, de ese "mal" en abstracto, ese mal total, supone que el mejor camino es "Quitar del camino a un candidato pernicioso", porque de otro modo "el país desembocará en una irreparable crisis interna, con la quiebra de todas las pequeñas y medianas empresas". Aquí puede verse la secuencia del seudostro: un contexto inespecífico ("Está todo mal"), un camino a seguir ("Quitar del medio a un candidato") y una consecuencia espantosa y muy específica si no se cumple con su consejo imperativo ("La quiebra de las pequeñas y medianas empresas")
En el contexto político argentino, la diputada Elisa Carrió es la seudostra más reconocida.
Dícese de la persona que se considera a sí misma capaz de advertir, amonestar y concientizar a otros.
El seudostro cree que tiene una misión trascendente. Aunque su bagaje conceptual es deplorable, y aunque sus convicciones resultan escasas y contradictorias, él supone que sus duras, prejuiciosas y muchas veces infundadas admoniciones provocarán un "despertar", o un "abrir los ojos" en sus irritados oyentes. Es común que un seudostro se vanaglorie de sus (puramente imaginarios) buenos resultados: "Ayer le dije a Carlitos que esa mujer con la que sale no es para él, que algún día lo va a engañar; que se tiene que buscar otra. Al principio se enojó, pero después (antes de pegarme una trompada) me miró como diciendo 'tenés razón'". Otras veces, el seudostro cuenta dudosas anécdotas del pasado, para mostrarnos que "desde muy joven" se dedicó a "decir todas las verdades" a la gente y que "no se calla nada", esperando quizás que sus obligados oyentes le rindan pleitesía. "Hace veinticinco años hablé con el presidente de la república, el finado Raúl Alfonsín y le dije: Raúl, se viene la hiperinflación, se viene la hiperinflación, cuidado con las especulaciones financieras... No me hizo caso, y fijate la que se vino en el ochenta y nueve"
El seudostro realiza una amalgama entre el consejo malicioso y la advertencia: por un lado, dictamina cuál es el único camino que se debe seguir para evitar un mal horrendo; por otro lado, infiere cuál es el mal terrible en el que (de manera inexorable) desembocarán los acontecimientos si se desoye su advertencia. Muchas veces (y esto es lo típico) es ambiguo y poco específico en su relato de los hechos actuales; sin embargo, a pesar de ello, parece tener muy en claro cuáles serán las terribles consecuencias si no se actúa como recomienda. Si se le pregunta cómo está el contexto político, dirá "Está todo, pero todo, todo, mal". Ahora bien, de ese "mal" en abstracto, ese mal total, supone que el mejor camino es "Quitar del camino a un candidato pernicioso", porque de otro modo "el país desembocará en una irreparable crisis interna, con la quiebra de todas las pequeñas y medianas empresas". Aquí puede verse la secuencia del seudostro: un contexto inespecífico ("Está todo mal"), un camino a seguir ("Quitar del medio a un candidato") y una consecuencia espantosa y muy específica si no se cumple con su consejo imperativo ("La quiebra de las pequeñas y medianas empresas")
En el contexto político argentino, la diputada Elisa Carrió es la seudostra más reconocida.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Microarquía
(Sustantivo. Del griego mykrós = pequeño y arché = poder. Adjetivo: microarca)
Poder insignificante que se ejerce con enorme arbitrariedad.
El microarca tiene por un instante (y por casualidad) algo bajo su control. Sin embargo aprovecha ese momento de mínimas posibilidades para desplegar toda la fuerza de su autoridad. Durante su brevísimo e invisible reinado se arroga una porción de los destinos humanos, y por ello no duda en actuar de acuerdo a su fugaz capricho, sin reparar en consecuencias ni razones.
Al microarca se le encarga cuidar los baños de un bar por una noche. Durante esa noche, será no sólo un celoso guardián de la limpieza y el orden; también se arrogará el derecho a decidir quién entra, quién no entra, quién se lava la cara, quién usa papel higiénico y quién puede usar el inodoro. No dudará en insultar y golpear a los que no respetan su ocasional investidura, y tampoco se negará a exigir propinas o tributos por su servicio.
El microarca más peligroso es el que tiene personas a su cargo. Cuando un microarca queda ocupando el puesto de jefe por unas horas (porque el jefe verdadero tuvo que ir a una reunión, por ejemplo), el personal deberá someterse a un régimen aun más despótico, arbitrario y perverso que el que solía reinar con el auténtico patrón.
En la historia argentina, el microarca reciente más conocido es el vicepresidente Julio Cobos, quien ejerce su poder de voto en el Congreso de manera opuesta a las intenciones del poder ejecutivo del que forma parte. Dado que su voto sólo se exige en casos de desempate, las ocasiones en que tiene la posibilidad de ejercer ese poder son muy pocas, pero durante las dos veces en que lo tuvo, lo aprovechó para mostrar cómo se puede ser opositor en los pequeños resquicios de acción efectiva que le deja su rol de vicepresidente.
Poder insignificante que se ejerce con enorme arbitrariedad.
El microarca tiene por un instante (y por casualidad) algo bajo su control. Sin embargo aprovecha ese momento de mínimas posibilidades para desplegar toda la fuerza de su autoridad. Durante su brevísimo e invisible reinado se arroga una porción de los destinos humanos, y por ello no duda en actuar de acuerdo a su fugaz capricho, sin reparar en consecuencias ni razones.
Al microarca se le encarga cuidar los baños de un bar por una noche. Durante esa noche, será no sólo un celoso guardián de la limpieza y el orden; también se arrogará el derecho a decidir quién entra, quién no entra, quién se lava la cara, quién usa papel higiénico y quién puede usar el inodoro. No dudará en insultar y golpear a los que no respetan su ocasional investidura, y tampoco se negará a exigir propinas o tributos por su servicio.
El microarca más peligroso es el que tiene personas a su cargo. Cuando un microarca queda ocupando el puesto de jefe por unas horas (porque el jefe verdadero tuvo que ir a una reunión, por ejemplo), el personal deberá someterse a un régimen aun más despótico, arbitrario y perverso que el que solía reinar con el auténtico patrón.
En la historia argentina, el microarca reciente más conocido es el vicepresidente Julio Cobos, quien ejerce su poder de voto en el Congreso de manera opuesta a las intenciones del poder ejecutivo del que forma parte. Dado que su voto sólo se exige en casos de desempate, las ocasiones en que tiene la posibilidad de ejercer ese poder son muy pocas, pero durante las dos veces en que lo tuvo, lo aprovechó para mostrar cómo se puede ser opositor en los pequeños resquicios de acción efectiva que le deja su rol de vicepresidente.
lunes, 1 de noviembre de 2010
Magniperio
(sustantivo. Del latín mane = temprano [tomada en sentido figurado]; magnus = grande y pereo = perecer)
Muerte prematura de un gran líder.
Cuando un estadista, un guía espiritual o un gran maestro mueren de manera repentina y en pleno auge de su actividad, provocan una consternación que supera con creces el ámbito de su círculo familiar y profesional. La muerte inesperada deja a sus seguidores desorientados, acongojados y temerosos. En un magniperio se profundiza la sospecha de que no hay un dios que guíe el destino de los hombres, o bien que, de existir ese dios, es indiferente o incluso hostil hacia los objetivos humanos.
Muerte prematura de un gran líder.
Cuando un estadista, un guía espiritual o un gran maestro mueren de manera repentina y en pleno auge de su actividad, provocan una consternación que supera con creces el ámbito de su círculo familiar y profesional. La muerte inesperada deja a sus seguidores desorientados, acongojados y temerosos. En un magniperio se profundiza la sospecha de que no hay un dios que guíe el destino de los hombres, o bien que, de existir ese dios, es indiferente o incluso hostil hacia los objetivos humanos.
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