(Sustantivo. Del griego ídios = propio, aislado y dósis = acción de dar. Adjetivo: idiodósico)
Decisión personal y parcialmente arbitraria acerca de cuál medicamento se debe tomar, en qué momento y en qué dosis.
El médico dice que ya no hace falta tomar ibuprofeno, pero nosotros juzgamos que estaría bien un comprimido por la mañana y otro por la tarde. Nos habían recetado una amoxicilina de quinientos miligramos, pero el idiodósico cree que una de setecientos cincuenta es mejor y más efectiva. ¿Hepatalgina después del almuerzo? No, mejor treinta gotas antes y treinta gotas después. O quizás cuarenta, o cincuenta. ¿Tres pastillas por día para controlar la hipertensión arterial? No, no hace falta tanto. Con una día por medio está bien. ¿Aspirinas? No, mejor paracetamol. Quien padece de idiodosis sospecha (a veces con fundamento) que los médicos yerran sistemáticamente en sus prescripciones: si le dijo al traumatólogo que la rodilla le duele a la mañana, ¿por qué le hace tomar un calmante durante la noche? Sin duda es mejor tomar uno a la noche y otro a la mañana. El idiodósico está convencido de que los especialistas son burócratas poco informados acerca de los verdaderos sufrimientos de sus pacientes. Cree que toda receta padece de una inadecuación fundamental, y que las cantidades recetadas son solo sugerencias o recomendaciones versátiles y sujetas a opinión. Desde luego, a veces los médicos se comportan como burócratas expeditivos y a veces se equivocan de forma grosera. En esos casos parece más sano inventarse una prescripción que seguir al pie de la letra las proporciones señaladas. A veces, claro, la impericia médica combinada con una imprudente idiodosis desembocan en un mal mucho mayor.
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