(Sustantivo. Del griego péra = lejos y drómos = camino, corredor)
Vida que llevan hoy los amigos y compañeros que dejamos de ver hace mucho tiempo.
Hubo un tiempo en que nos veíamos todos los días con ese amigo, pero por alguna circunstancia eso se cortó para siempre. Él se mudó, nos peleamos, perdimos interés en vernos, ya no nos entendimos. El camino que recorríamos juntos se fue bifurcando de forma repentina o con una lentitud imperceptible. Esa vida que empezamos a hacer separados de nuestro amigo se ha convertido en una peradromia.
Gracias a las redes sociales podemos reencontrarnos con viejos amigos. Espiamos sus fotos, nos asombramos de que se haya ido tan lejos, o tenga tantos hijos, o se hayan puesto tan gordos, tan viejos y tan desconocidos. Ya son otros. Se hicieron de otra piel; no le causan gracia los mismos chistes y tienen opiniones sobre cosas que no nos interesan en lo más mínimo. Aunque a veces forcemos un contacto, sus intereses lo volvieron tan ajeno que ya no hay puntos en común. Otras veces, desde luego, el hecho de reiniciar contacto deriva en un redescubrimiento de intereses comunes.
El término puede aplicarse también a la vida que llevan las ex parejas de uno.
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