lunes, 7 de enero de 2013

Profender (se)

(Verbo intransitivo. Del latín pro = estar a favor y fendere = cortar o pasar a través. Adjetivo: profendido)

Capacidad de sentirse indignado por hechos irrelevantes o por una sobreinterpretación de lo que se dice.

El profendido está al acecho para ofenderse ante la mínima sospecha de agresión. Examina cada palabra y descubre homofobia, xenofobia, apología a las drogas, al sexo, a la violación y al crimen en cualquier discurso de apariencia inocente. Tiene la indignación fácil, y suele vociferar abiertamente su profundo repudio de cotillón ante hechos irrelevantes y que, por lo general, no le exigen mucho compromiso ni exposición. Si alguien dice "Hoy mi mujer cocinó pizza y se le quemó", el profendido se indigna por el supuesto machismo de esa frase y por el sometimiento de la mujer a condiciones deplorables de matrimonio. Si alguien afirma "El que me robó el bolso es un chico boliviano de tez morena", el profendido hace un escándalo porque encuentra xenofobia y racismo en esa afirmación. Si alguien afirma "A las mujeres les gusta que les digan cosas lindas", el profendido pone la voz de alerta, porque cree que esa afirmación es una apología de la violación, de las groserías y del patriarcado. Ante él, hay que cuidarse de todo lo que se dice: se debe hablar con un lenguaje políticamente correcto, porque de otro modo él lo considera ofensivo y no duda en escrachar y elevar el grito en el cielo. Desde luego, "lenguaje políticamente correcto" es "el lenguaje que él considera correcto", mediado por un sinnúmero de discutibles teorías semánticas inventadas por él mismo o por su grupo de pertenencia. Por lo general, es militante activo en favor de alguna minoría social.
El profendido confunde los actos ilocutivos con los actos perlocutivos. O, en otras palabras, se cree capaz de descubrir las intenciones ocultas detrás de las intenciones explícitas, aunque esos supuestos propósitos implícitos sólo están en su imaginación. Cree en la ideología del lenguaje y pretende que todos (excepto él, claro) se hagan cargo exhaustivamente de las preconcepciones ideológicas que contienen cada palabra (incluso la etimología de cada palabra): "Usaste la palabra 'entusiasmado', y esa palabra en griego significa 'estar poseído por un dios'. Así que hacete cargo, estás usando un lenguaje religioso, y la religión es el principal instrumento de opresión social. Vos querés evangelizarme con tu lenguaje de inquisidor medieval conquistador de culturas precolombinas. Tus palabras son la espada en alto del mercenario cristiano europeo que sometió en América a los pueblos originarios. Te repudio profundamente"
El profendido actúa como un terrorista del lenguaje: avisa que está asombrado por lo que alguien dijo -con expresiones como "No puedo creer lo que estás diciendo", "Derrapaste", "Te fuiste a la banquina"- para que su interlocutor sepa que ha franqueado un límite que no tiene regreso. Pero rara vez es convincente cuando explica por qué los dichos de su interlocutor le causan tanta indignación.
Por lo general, a medida que pasa el tiempo ya nadie quiere hablar con él. Poco a poco sus únicos interlocutores son sus amigos o compañeros de militancia. Pero por supuesto, de vez en cuando tiene que contactarse con extraños, cuando va al médico o hace las compras. Entonces, en esos casos, aprovecha para profenderse a sus anchas: "Discúlpeme, carnicero, yo no soy un 'campeón'. Me está insultando cuando me dice '¿qué vas a llevar, campeón?', porque muestra que es parte de una cultura de la competencia, en la que es importante ser campeón en algo. Y a mí no me interesa competir. Eso sí, déme los mejores bifecitos de lomo que tenga".



4 comentarios:

made atom dijo...

Estás hablando del feminismo modelo siglo XXI!!!

Luciano dijo...

Yo una vez hice el ademán de dejar pasar primero a una compañera y me dijo que era machista... Y yo ciertamente lo hago con cualquier persona!

También Luciano dijo...

El profendido, sin duda, es un microdélico.

Anónimo dijo...

En España existe una expresión para eso o algo parecido: rasgarse las vestiduras.