(Sustantivo. Del griego autós = sí mismo y klopeúo = robar)
Robo que un sujeto perpetúa a sí mismo.
Tanto la etimología como la definición de este término son transparentes y lacónicas. Pero algunas de sus implicancias no lo son tanto.
En su acepción más inmediata, la autoclepsia indica una operación imposible de llevar a cabo de manera literal, pues para que ocurra un robo es necesario que la víctima no consienta ni pueda predecir o prevenir las circunstancias del robo. Una persona que ahorra dinero en un cajón, y que luego saca dinero de ese ahorro para otros fines, ha cometido un isidebio, pero no un robo a sí misma. En este sentido el término puede usarse para casos de esquizofrenia, en los cuales una de las múltiples personalidades de un sujeto se aprovecha de los bienes de las otras personalidades.
Existe otra manera menos literal de entender la autoclepsia: un robo perpetrado a sí mismo, pero cuyo destinatario no es el propio sujeto que roba. Si usted es asaltado en la calle, puede que los ladrones le pidan todo lo que lleva puesto. Pero si, además de entregarle lo que lleva, le pide a sus asaltantes que lo acompañen a su casa, y usted mismo desvalija su propia vivienda para ellos, entonces ha cometido autoclepsia. Cualquier persona que sea especialmente colaborativa con un ladrón, ofreciéndole sus bienes como si los promocionara, comete autoclepsia. "Miren, pasen, les voy a mostrar los diamantes de mi abuela. Están en el alhajero. Esperen que busco la llave. Y este reloj que parece de fantasía tiene engranajes de oro puro. Aprovechen a llevarse los cuadros, que son originales y valen una fortuna. Si se llevan esto, hacen un botín fabuloso."
El término también podría aplicarse a ciertos actos furtivos y vandálicos propios de los robos, en los cuales la víctima de ese vandalismo es uno mismo. Si alguien barreteara la puerta de su propio auto y lo pusiera en marcha haciendo contacto, sin llaves; si violentara su caja fuerte o tratara de sacar dinero de su propia bóveda bancaria haciendo un boquete, estará cometiendo autoclepsia.
Definiciones y términos que no figuran en el diccionario ("Exonario" no figura en el diccionario, pero sí figura en Exonario)
jueves, 28 de junio de 2012
martes, 26 de junio de 2012
Chirolote
(Adjetivo y sustantivo. De Chirolita: nombre del muñeco del famoso ventriloquista conocido como Mister Chasman)
1. Títere que maneja a su amo.
2. Entidad inerte e inconsciente que toma el control de un sujeto consciente e intencional.
Esta palabra, en sus dos acepciones, puede utilizarse tanto en su sentido literal como en el metafórico, aunque es más común el último. En sentido literal implica otorgarle una intencionalidad real y propia a la entidad inconsciente. Un muñeco sin vida que manejara a una persona, debe tener cierto tipo de objetivos, aun cuando no se tratara de objetivos conscientes. A veces los niños dicen que sus muñecos les dan órdenes. Si ellos las acatan, y si las órdenes son sistemáticas, continuas y sin resquicio para ejercitar la propia voluntad, entonces ya no estamos ante un juguete inocente, sino ante un chirolote.
En su acepción metafórica, el término se usa para adjetivar al subordinado (de una empresa, de un estado, de un reino) que se comporta como jefe de sus propio jefe. Si el gerente le dice a su empleado: "Vení mañana a las siete y limpiame el escritorio", y si el empleado responde: "Mañana no tengo ganas; es más: vení vos a limpiarme el mío", y si el jefe acata de modo sistemático retruques de este tipo, se dice que el empleado es un chirolote. Lo mismo ocurriría si un funcionario de segunda o tercera línea del estado (o de un reino) es capaz de dar órdenes a su presidente (o a su rey), y si el presidente (o el rey) respondiera sin chistar a esas órdenes.
Para que a una persona se la califique de chirolote es necesario que su superior acate las órdenes que le imparte.
1. Títere que maneja a su amo.
2. Entidad inerte e inconsciente que toma el control de un sujeto consciente e intencional.
Esta palabra, en sus dos acepciones, puede utilizarse tanto en su sentido literal como en el metafórico, aunque es más común el último. En sentido literal implica otorgarle una intencionalidad real y propia a la entidad inconsciente. Un muñeco sin vida que manejara a una persona, debe tener cierto tipo de objetivos, aun cuando no se tratara de objetivos conscientes. A veces los niños dicen que sus muñecos les dan órdenes. Si ellos las acatan, y si las órdenes son sistemáticas, continuas y sin resquicio para ejercitar la propia voluntad, entonces ya no estamos ante un juguete inocente, sino ante un chirolote.
En su acepción metafórica, el término se usa para adjetivar al subordinado (de una empresa, de un estado, de un reino) que se comporta como jefe de sus propio jefe. Si el gerente le dice a su empleado: "Vení mañana a las siete y limpiame el escritorio", y si el empleado responde: "Mañana no tengo ganas; es más: vení vos a limpiarme el mío", y si el jefe acata de modo sistemático retruques de este tipo, se dice que el empleado es un chirolote. Lo mismo ocurriría si un funcionario de segunda o tercera línea del estado (o de un reino) es capaz de dar órdenes a su presidente (o a su rey), y si el presidente (o el rey) respondiera sin chistar a esas órdenes.
Para que a una persona se la califique de chirolote es necesario que su superior acate las órdenes que le imparte.
jueves, 21 de junio de 2012
Escopuloquio
(Sustantivo. Del latín scopulus = roca, escollo y loquor = hablar)
Conjunto de argumentos que se interponen para mostrar las dificultades de ejecución de un proyecto.
Cuando una persona quiere poner en práctica una idea, a veces no conviene comentarlo. "Quiero poner un quiosco", dice un entusiasta microemprendedor. "Pero te vas a pasar todo el día encerrado trabajando; te pueden asaltar, es aburrido, no deja ganancias, te vas a fundir", responde un pariente preocupado. "Me voy a comprar un auto", dice A. B le replica: "Gasta nafta; hay conflicto con hidrocarburos, tenés que pagar patente, podés chocar y morirte" En esas respuestas tenemos escopuloquios: discursos que no alientan ni apoyan; sólo se limitan a enfatizar los posibles problemas, elevados incluso a un grado hiperbólico.
Algunos escopuloquios son especialmente irritantes: aquellos que nos señalan objeciones redundantes o inherentes a la propia ejecución del proyecto; objeciones para las cuales no habíamos visualizado ningún problema. "Voy a poner un negocio con Carlitos", dice A. De inmediato, B le interpone un escopuloquio: "Pero... ¿te das cuenta de que, si estás con Carlitos, vas a tener que dividir las ganancias con él?". Como puede verse, ya en el proyecto de sociedad con Carlitos estaba presente la necesidad de dividir las ganancias, de modo que el escopuloquio enunciado presenta una objeción que es anterior a cualquier proyecto con Carlitos. ¡Y es obvio que, si decidimos emprender un proyecto con Carlitos, ya habíamos evaluado que dividiríamos las ganancias!
Es conveniente rodearse de personas que se entusiasmen con nuestros proyectos; que tengan una visión positiva de sus resultados y oportunidades; que nos inciten a llevarlos a cabo y que fantaseen con nosotros sobre los maravillosos destinos que se abrirán. Evitemos, entonces, a los temerosos, llorones e inmóviles; a quienes desde lugares cómodos y poco arriesgados nos advierten sobre peligros inverosímiles y retorcidos. El que tiene un proyecto no debe temerle a los peligros: solo debe temerle a quienes los subrayan con resaltador y los convierten en protagonistas de nuestra vida.
Conjunto de argumentos que se interponen para mostrar las dificultades de ejecución de un proyecto.
Cuando una persona quiere poner en práctica una idea, a veces no conviene comentarlo. "Quiero poner un quiosco", dice un entusiasta microemprendedor. "Pero te vas a pasar todo el día encerrado trabajando; te pueden asaltar, es aburrido, no deja ganancias, te vas a fundir", responde un pariente preocupado. "Me voy a comprar un auto", dice A. B le replica: "Gasta nafta; hay conflicto con hidrocarburos, tenés que pagar patente, podés chocar y morirte" En esas respuestas tenemos escopuloquios: discursos que no alientan ni apoyan; sólo se limitan a enfatizar los posibles problemas, elevados incluso a un grado hiperbólico.
Algunos escopuloquios son especialmente irritantes: aquellos que nos señalan objeciones redundantes o inherentes a la propia ejecución del proyecto; objeciones para las cuales no habíamos visualizado ningún problema. "Voy a poner un negocio con Carlitos", dice A. De inmediato, B le interpone un escopuloquio: "Pero... ¿te das cuenta de que, si estás con Carlitos, vas a tener que dividir las ganancias con él?". Como puede verse, ya en el proyecto de sociedad con Carlitos estaba presente la necesidad de dividir las ganancias, de modo que el escopuloquio enunciado presenta una objeción que es anterior a cualquier proyecto con Carlitos. ¡Y es obvio que, si decidimos emprender un proyecto con Carlitos, ya habíamos evaluado que dividiríamos las ganancias!
Es conveniente rodearse de personas que se entusiasmen con nuestros proyectos; que tengan una visión positiva de sus resultados y oportunidades; que nos inciten a llevarlos a cabo y que fantaseen con nosotros sobre los maravillosos destinos que se abrirán. Evitemos, entonces, a los temerosos, llorones e inmóviles; a quienes desde lugares cómodos y poco arriesgados nos advierten sobre peligros inverosímiles y retorcidos. El que tiene un proyecto no debe temerle a los peligros: solo debe temerle a quienes los subrayan con resaltador y los convierten en protagonistas de nuestra vida.
martes, 19 de junio de 2012
Conmorar
(Verbo transitivo. Del latín cum = con y moratio = demora, detención. Adjetivo: conmorativo. sustantivo: conmoración)
Solucionar un problema inmovilizando las partes que padecen el problema.
El ejemplo más intuitivo (y más inadecuado para el uso de este término) es el enyesado de los huesos cuando se quiebran. Sin embargo, para que se conmore, es necesario que la inmovilidad resulte inoperante y que en rigor no constituya una solución en absoluto, sino la demora de dicha solución mediante la estrategia de paralizar los elementos que la requieren.
Pongamos un ejemplo. Usted está cambiando los azulejos del baño y ha comprado unos de color celeste. Se da cuenta de que necesita comprar una o dos cajas más de azulejos para completar el trabajo. Sin embargo, en el local de venta de azulejos le dicen que sólo tienen de color negro, y que no son del tamaño que usted requiere. "La única solución es esperar tres meses hasta que lleguen los que usted necesita", dice el vendedor, utilizando la estrategia conmorativa: no hay una solución en absoluto; mas bien se le pide que abandone sus pretensiones y deje la tarea sin concluir. Esta misma situación nos puede ocurrir con otros hechos aun más desesperantes: una operación de urgencia que se posterga porque no hay hospital (y por la cual el médico nos dice que la "solución" es esperar); un juicio laboral que se demora por tiempo indefinido a causa de las vacaciones de los jueces, por el cual los abogados nos piden paciencia.
En todos estos casos, la única herramienta que se propone es el paso del tiempo. El afectado de la conmoración no sabe siquiera si ese tiempo le otorgará la posibilidad de avanzar hacia su objetivo o si, por el contrario, el proceso se paralizará de manera definitiva. No tiene más remedio que abandonar cualquier expectativa y dedicar su tiempo a otros menesteres.
Es importante destacar que la conmoración se propone como una solución. Quien nos dice "espere por tiempo indefinido sin avanzar un ápice en su objetivo", cree (o finge creer) que ese enunciado es una forma de resolver el problema, cuando en verdad ni siquiera se han logrado las condiciones mínimas para enfrentarlo.
Solucionar un problema inmovilizando las partes que padecen el problema.
El ejemplo más intuitivo (y más inadecuado para el uso de este término) es el enyesado de los huesos cuando se quiebran. Sin embargo, para que se conmore, es necesario que la inmovilidad resulte inoperante y que en rigor no constituya una solución en absoluto, sino la demora de dicha solución mediante la estrategia de paralizar los elementos que la requieren.
Pongamos un ejemplo. Usted está cambiando los azulejos del baño y ha comprado unos de color celeste. Se da cuenta de que necesita comprar una o dos cajas más de azulejos para completar el trabajo. Sin embargo, en el local de venta de azulejos le dicen que sólo tienen de color negro, y que no son del tamaño que usted requiere. "La única solución es esperar tres meses hasta que lleguen los que usted necesita", dice el vendedor, utilizando la estrategia conmorativa: no hay una solución en absoluto; mas bien se le pide que abandone sus pretensiones y deje la tarea sin concluir. Esta misma situación nos puede ocurrir con otros hechos aun más desesperantes: una operación de urgencia que se posterga porque no hay hospital (y por la cual el médico nos dice que la "solución" es esperar); un juicio laboral que se demora por tiempo indefinido a causa de las vacaciones de los jueces, por el cual los abogados nos piden paciencia.
En todos estos casos, la única herramienta que se propone es el paso del tiempo. El afectado de la conmoración no sabe siquiera si ese tiempo le otorgará la posibilidad de avanzar hacia su objetivo o si, por el contrario, el proceso se paralizará de manera definitiva. No tiene más remedio que abandonar cualquier expectativa y dedicar su tiempo a otros menesteres.
Es importante destacar que la conmoración se propone como una solución. Quien nos dice "espere por tiempo indefinido sin avanzar un ápice en su objetivo", cree (o finge creer) que ese enunciado es una forma de resolver el problema, cuando en verdad ni siquiera se han logrado las condiciones mínimas para enfrentarlo.
jueves, 14 de junio de 2012
Pragmafanía
(Sustantivo. Del griego prágma = objeto, cosa y pháino = manifestarse. Puede utilizarse también pratofanía)
Revelación en la cual, en lugar de aparecerse una entidad sobrenatural, aparece un objeto o artefacto cotidiano.
Mientras la hierofanía es la manifestación de lo sagrado, la pragmafanía es la manifestación de lo banal o lo intrascendente. Si usted ve una luz en el cielo nublado acompañada de estruendo y, entre las nubes asoma un paquete de galletitas o un reproductor de DVD (en vez de la esperada deidad); si después de días de ayuno, encierro, meditación, oración y soledad siente una honda presencia espiritual que luego se manifiesta en forma de cafetera, o de inodoro, o de botella plástica vacía, ha sufrido una pragmafanía.
Revelación en la cual, en lugar de aparecerse una entidad sobrenatural, aparece un objeto o artefacto cotidiano.
Mientras la hierofanía es la manifestación de lo sagrado, la pragmafanía es la manifestación de lo banal o lo intrascendente. Si usted ve una luz en el cielo nublado acompañada de estruendo y, entre las nubes asoma un paquete de galletitas o un reproductor de DVD (en vez de la esperada deidad); si después de días de ayuno, encierro, meditación, oración y soledad siente una honda presencia espiritual que luego se manifiesta en forma de cafetera, o de inodoro, o de botella plástica vacía, ha sufrido una pragmafanía.
sábado, 9 de junio de 2012
Transplanear
(de lat. trans = a través de" y planus = nivel")
Acto de pasar de un plano cósmico a otro, sin estar en el plano destinado aún.
El
Universo es infinito y tiene infinitas posibilidades. Todas las
opciones co-existen, al parecer, en éste instante presente, que es la
eternidad. Transplanear es irse de una dimensión de posibilidades, a
otra dimensión de posibilidades.
Cuentan
los ocultistas que entre el estado de vigilia y el sueño existe un
estado transitorio llamado "alfa" en el que uno puede levantarse de la
cama y vagar por el Universo en el mundo de los sueños pero con la
consciencia de alguien despierto. Aunque hay otras maneras de
transplanear, por ejemplo, haciendo arte o apreciándolo. El ensueño
imaginativo de un niño podría considerarse un transplaneo, ya que
estando físicamente en el plano material, su mente se encuentra en sus
propias fantasías, que son reales en su mente, claro.
jueves, 7 de junio de 2012
Malaconchado
(Adjetivo. De mal y aconchado. Puede usarse también malconchado)
1. Dícese de la persona que mantiene relaciones con una mujer que no le conviene. "Javier se casó con la Peluda. Esa mina no era para él; quedó malaconchado"
2. Dícese de la persona que no puede encontrar satisfacción sexual con su pareja femenina. "Carola no quiere tener sexo con Raúl, su marido. Por eso él anda cabareteando, porque está malaconchado"
3. Como verbo (malaconcharse), se utiliza para referirse a la acción de enamorarse o al intento de cortejo de una mujer indiferente, caprichosa, frívola y / o malvada. "No te malaconches con Carina; es lo peor que puede pasarte"
1. Dícese de la persona que mantiene relaciones con una mujer que no le conviene. "Javier se casó con la Peluda. Esa mina no era para él; quedó malaconchado"
2. Dícese de la persona que no puede encontrar satisfacción sexual con su pareja femenina. "Carola no quiere tener sexo con Raúl, su marido. Por eso él anda cabareteando, porque está malaconchado"
3. Como verbo (malaconcharse), se utiliza para referirse a la acción de enamorarse o al intento de cortejo de una mujer indiferente, caprichosa, frívola y / o malvada. "No te malaconches con Carina; es lo peor que puede pasarte"
miércoles, 6 de junio de 2012
Falicálido
(Del latín fallax = impostor, falso, hipócrita y callidus = astuto)
Persona a la que se considera inteligente aun cuando jamás ha demostrado serlo.
A veces estamos seguros de que un amigo es muy perspicaz, astuto y avispado. Pero continuamente escuchamos (y a veces corroboramos) de él historias como estas: "Roberto es un tipo muy inteligente; qué raro que haya desaprobado el examen elemental de álgebra (siendo que él es profesor de álgebra)"; "Mirá vos, Roberto se agarró a trompadas con el ferretero porque la caja de clavos traía noventa y nueve, no cien. Él, que es tan inteligente, tomando esas actitudes". "A Roberto lo engañó su mujer durante veinte años; incluso encontró a su amante desnudo en el lavadero, pero creyó que era el plomero. Qué raro, cómo cayó Roberto, y eso que es un tipo inteligente". "A Roberto le dijeron que había ganado un concurso de belleza, pero para darle el premio le pedían quinientos dólares, y él los pagó. Increíble, alguien inteligente como el Rober, lo agarran en esa"; "Roberto perdió un partido de truco y se puso a gritar que le hicieron trampa. Una persona tan inteligente, llorando porque el azar no lo favorece". "Mirá, Roberto, que es tan inteligente, sin embargo me manda estos mails en cadena con power points sobre gatitos"; "Qué raro, Roberto es inteligente, no sé cómo apoya al partido neonazi 'Los Judíos A La Hoguera'" La conclusión bastante palmaria debiera ser: Roberto no es inteligente, es un pobre estúpido. Sin embargo, tal vez por algún hecho afortunado de su pasado, o quizás porque su entorno lo ensalzó de manera incorrecta, todo el mundo concuerda en que Roberto tiene una gran lucidez y es prácticamente un superdotado. Ante cada acto de su vida, Roberto se comporta de modo torpe, irascible, violento y nocivo; pero alguna vez nos hizo creer que detrás de esa fachada biliosa hay alguien que "piensa distinto" o que "resuelve las cosas" de una manera inesperada y lateral: "Roberto, cuando sale de su casa, deja la puertaabierta de par en par, así los ladrones no entran porque piensan que hay alguien". "Él juega al ajedrez de otro modo, por eso pierde; pero está tratando de imponer su nueva técnica". "Dejó de estudiar pintura porque está más allá de eso; estuvo tratando de inventar una nueva vanguardia artística hasta que, harto de no ser reconocido, quemó los caballetes y se hizo camionero. ¡Pero no sabés qué camionero! El tipo está diseñando una nueva manera de andar por las rutas manejando con el pensamiento. Y sí, ya chocó varias veces, pero sigue intentando. Es un genio"
Los falicálidos están en todas partes. Aunque la mayoría de las veces son repudiables, sin embargo hay que concederles un gran mérito: no es fácil, para un estúpido, andar por el mundo haciendo creer a los demás que se es un genio. De hecho, solo por ese logro debemos suponer que no es tan estúpido como parece.
Persona a la que se considera inteligente aun cuando jamás ha demostrado serlo.
A veces estamos seguros de que un amigo es muy perspicaz, astuto y avispado. Pero continuamente escuchamos (y a veces corroboramos) de él historias como estas: "Roberto es un tipo muy inteligente; qué raro que haya desaprobado el examen elemental de álgebra (siendo que él es profesor de álgebra)"; "Mirá vos, Roberto se agarró a trompadas con el ferretero porque la caja de clavos traía noventa y nueve, no cien. Él, que es tan inteligente, tomando esas actitudes". "A Roberto lo engañó su mujer durante veinte años; incluso encontró a su amante desnudo en el lavadero, pero creyó que era el plomero. Qué raro, cómo cayó Roberto, y eso que es un tipo inteligente". "A Roberto le dijeron que había ganado un concurso de belleza, pero para darle el premio le pedían quinientos dólares, y él los pagó. Increíble, alguien inteligente como el Rober, lo agarran en esa"; "Roberto perdió un partido de truco y se puso a gritar que le hicieron trampa. Una persona tan inteligente, llorando porque el azar no lo favorece". "Mirá, Roberto, que es tan inteligente, sin embargo me manda estos mails en cadena con power points sobre gatitos"; "Qué raro, Roberto es inteligente, no sé cómo apoya al partido neonazi 'Los Judíos A La Hoguera'" La conclusión bastante palmaria debiera ser: Roberto no es inteligente, es un pobre estúpido. Sin embargo, tal vez por algún hecho afortunado de su pasado, o quizás porque su entorno lo ensalzó de manera incorrecta, todo el mundo concuerda en que Roberto tiene una gran lucidez y es prácticamente un superdotado. Ante cada acto de su vida, Roberto se comporta de modo torpe, irascible, violento y nocivo; pero alguna vez nos hizo creer que detrás de esa fachada biliosa hay alguien que "piensa distinto" o que "resuelve las cosas" de una manera inesperada y lateral: "Roberto, cuando sale de su casa, deja la puertaabierta de par en par, así los ladrones no entran porque piensan que hay alguien". "Él juega al ajedrez de otro modo, por eso pierde; pero está tratando de imponer su nueva técnica". "Dejó de estudiar pintura porque está más allá de eso; estuvo tratando de inventar una nueva vanguardia artística hasta que, harto de no ser reconocido, quemó los caballetes y se hizo camionero. ¡Pero no sabés qué camionero! El tipo está diseñando una nueva manera de andar por las rutas manejando con el pensamiento. Y sí, ya chocó varias veces, pero sigue intentando. Es un genio"
Los falicálidos están en todas partes. Aunque la mayoría de las veces son repudiables, sin embargo hay que concederles un gran mérito: no es fácil, para un estúpido, andar por el mundo haciendo creer a los demás que se es un genio. De hecho, solo por ese logro debemos suponer que no es tan estúpido como parece.
martes, 5 de junio de 2012
Edímera
(Sustantivo femenino y adjetivo. Del griego a = negación; éidos = forma y hémera = día)
Día sin forma.
Mientras la hemeromorfia es la estructura que posee un día de la semana (la hemeromorfia del lunes es muy diferente a la del domingo), la edímera es un día que escapa a cualquier estructuración y que transcurre sin que las horas se marquen de un modo contundente y preciso. En las edímeras solemos sentir que estamos en la mañana, cuando ya son las cinco de la tarde. O nos parece que es la hora de acostarse y sin embargo apenas está atardeciendo. Por lo general, nos acompaña todo el día el mismo estado de ánimo: las lagañas, los bostezos y la sensación obnubilada y torpe del ayuno se prolongan hasta el anochecer como si recién nos hubiésemos levantado. El día sin forma tiene sus ejes corridos; la luz del sol (o su ausencia) nos desorienta y los relojes marcan confundidos una hora que no se condice con nuestro somnoliento tiempo interior.
Las edímeras son, casi siempre, necrómeros.
Día sin forma.
Mientras la hemeromorfia es la estructura que posee un día de la semana (la hemeromorfia del lunes es muy diferente a la del domingo), la edímera es un día que escapa a cualquier estructuración y que transcurre sin que las horas se marquen de un modo contundente y preciso. En las edímeras solemos sentir que estamos en la mañana, cuando ya son las cinco de la tarde. O nos parece que es la hora de acostarse y sin embargo apenas está atardeciendo. Por lo general, nos acompaña todo el día el mismo estado de ánimo: las lagañas, los bostezos y la sensación obnubilada y torpe del ayuno se prolongan hasta el anochecer como si recién nos hubiésemos levantado. El día sin forma tiene sus ejes corridos; la luz del sol (o su ausencia) nos desorienta y los relojes marcan confundidos una hora que no se condice con nuestro somnoliento tiempo interior.
Las edímeras son, casi siempre, necrómeros.
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