(Sustantivo. Del latín cum = con y divideo = dividir)
Individuo que sólo surge cuando hay muchos individuos.
¿Conoce usted a Carlitos? Carlitos estuvo en la reunión de ayer, cuando Roberto, Martina, Ariel, José y Joel se juntaron a cenar. También estuvo hace dos semanas, cuando Rebeca, Carolina, Ariel, Roberto y Jorge fueron a la fiesta de Miranda. Usted sí conoce a Carlitos: está presente en casi todas las reuniones. Pero nunca se va de ellas; nunca lo ve en otra circunstancia; no sabe de su vida, ni de sus padeceres, ni de su familia. Carlitos es un codividuo: una especie de entidad que surge de la conjunción de muchas entidades. Él no tiene una existencia independiente. Sale en las fotos grupales, pero no se le conocen fotos en solitario. No tiene domicilio, ni pareja. Su vida se limita a un ecosistema muy preciso: la conjunción de seis o siete amigos, pizzas, cerveza y sábado a la noche. O diez compañeros de trabajo, una fotocopiadora, tres oficinas y días hábiles. O una cancha de fútbol, tres árboles, diez gorriones y un niño que patea solo al arco. El codividuo simplemente se diluye cuando los individuos y el entorno que lo conforman se separan.
¿Le ha pasado alguna vez que, al examinar una foto grupal, encuentre en ella alguna persona que no estaba presente? Siempre, en las instantáneas multitudinarias, sale más gente de la que hay. Esos tránsfugas que roban píxeles en las cámaras son codividuos, tenues entidades que buscan inmortalizar su vacilante existencia mediante la argucia de confundirse entre individuos autónomos.
¿Tiene usted la certeza de no ser un codividuo? ¿En qué funda esa certeza?
Definiciones y términos que no figuran en el diccionario ("Exonario" no figura en el diccionario, pero sí figura en Exonario)
miércoles, 30 de mayo de 2012
martes, 29 de mayo de 2012
Agonopsia
(Sustantivo. Del griego agonízestai = luchar y ópsis = vista)
Arte de observar a personas y animales que están muriendo.
Mientras la necropsia es la observación de los cadáveres, la agonopsia es la observación de personas en estado de agonía, de todo el proceso que desemboca en la muerte. Puede tener varias finalidades: a veces, simplemente el acompañamiento de la persona o el animal enfermos. Otras veces, puede ser parte de una investigación médica o científica. En raros casos, podría referirse al placer morboso o estético del proceso fatal. Si grupos de personas se congregan alrededor de un enfermo terminal en su última agonía, por la sola curiosidad de saber qué expresión tiene un muerto reciente, un muerto al que se lo vio luchar con la muerte, estaríamos ante un caso de agonopsia morbosa o estética.
La agonopsia no sólo se aplica a la observación de enfermos. El espectáculo de un ahorcamiento o una ejecución en la silla eléctrica también son casos de agonopsia, siempre y cuando haya algún instante de agonía entre la puesta en marcha de la ejecución y el momento de la muerte. Si la muerte sólo se da de un momento para el otro, sin mediar un sufrimiento observable, el término 'agonopsia' no puede en rigor utilizarse.
Arte de observar a personas y animales que están muriendo.
Mientras la necropsia es la observación de los cadáveres, la agonopsia es la observación de personas en estado de agonía, de todo el proceso que desemboca en la muerte. Puede tener varias finalidades: a veces, simplemente el acompañamiento de la persona o el animal enfermos. Otras veces, puede ser parte de una investigación médica o científica. En raros casos, podría referirse al placer morboso o estético del proceso fatal. Si grupos de personas se congregan alrededor de un enfermo terminal en su última agonía, por la sola curiosidad de saber qué expresión tiene un muerto reciente, un muerto al que se lo vio luchar con la muerte, estaríamos ante un caso de agonopsia morbosa o estética.
La agonopsia no sólo se aplica a la observación de enfermos. El espectáculo de un ahorcamiento o una ejecución en la silla eléctrica también son casos de agonopsia, siempre y cuando haya algún instante de agonía entre la puesta en marcha de la ejecución y el momento de la muerte. Si la muerte sólo se da de un momento para el otro, sin mediar un sufrimiento observable, el término 'agonopsia' no puede en rigor utilizarse.
miércoles, 23 de mayo de 2012
Anenómiso
(Adjetivo. Del griego a = partícula negativa; oinós = vino y methuo = embriagarse, estar bebido)
1. Dícese de quien puede emborracharse espontáneamente, sin haber bebido.
2. Dícese de quien puede inducirse de modo voluntario un estado de alucinación similar al que se obtiene a través de drogas.
3. Dícese de quien se comporta como embriagado o drogado porque cree que ha bebido alcohol o ha tomado drogas.
En las dos primeras acepciones, el anenómiso arrastra la lengua para hablar, se abraza a sus amigos, tiene la vista nublada, el andar torpe y llora entre hipos cortados. O bien intenta atrapar inexistentes mariposas que lo sobrevuelan, o ve su entorno de colores y formas extrañas: los rostros, como si tuvieran máscaras blancas; las paredes como si tuvieran una leve fosforescencia; el perro, como si fuese un demonio enrojecido, cornudo y llameante. Pero no necesita alcohol ni drogas para lograr estos efectos: simplemente, desea que ocurran. A partir de ese deseo, su cuerpo y su mente se comportan tal como lo haría quien de hecho consumió alucinógenos y / o alcohol.
En la tercera acepción, al anenómiso se lo ha engañado. Le dieron un cigarrillo común, y él creyó que fumaba marihuana. Le dieron jugo de manzana en lugar de sidra. Como él está convencido de que ha fumado o bebido bastante, empieza a mostrar los mismos síntomas que en los ejemplos anteriores. Su propia sugestión, mas un entorno favorable, mas la certeza de que la embriaguez es una consecuencia necesaria de haber fumado o bebido, lo llevan a alucinar, a reírse como un demente o a desnudarse en medio de la calle y gritarle insultos entrecortados a la policía.
1. Dícese de quien puede emborracharse espontáneamente, sin haber bebido.
2. Dícese de quien puede inducirse de modo voluntario un estado de alucinación similar al que se obtiene a través de drogas.
3. Dícese de quien se comporta como embriagado o drogado porque cree que ha bebido alcohol o ha tomado drogas.
En las dos primeras acepciones, el anenómiso arrastra la lengua para hablar, se abraza a sus amigos, tiene la vista nublada, el andar torpe y llora entre hipos cortados. O bien intenta atrapar inexistentes mariposas que lo sobrevuelan, o ve su entorno de colores y formas extrañas: los rostros, como si tuvieran máscaras blancas; las paredes como si tuvieran una leve fosforescencia; el perro, como si fuese un demonio enrojecido, cornudo y llameante. Pero no necesita alcohol ni drogas para lograr estos efectos: simplemente, desea que ocurran. A partir de ese deseo, su cuerpo y su mente se comportan tal como lo haría quien de hecho consumió alucinógenos y / o alcohol.
En la tercera acepción, al anenómiso se lo ha engañado. Le dieron un cigarrillo común, y él creyó que fumaba marihuana. Le dieron jugo de manzana en lugar de sidra. Como él está convencido de que ha fumado o bebido bastante, empieza a mostrar los mismos síntomas que en los ejemplos anteriores. Su propia sugestión, mas un entorno favorable, mas la certeza de que la embriaguez es una consecuencia necesaria de haber fumado o bebido, lo llevan a alucinar, a reírse como un demente o a desnudarse en medio de la calle y gritarle insultos entrecortados a la policía.
martes, 22 de mayo de 2012
Niteróveco
(Sustantivo y adjetivo. Del latín non = no; iter = por segunda y vicis = vez)
Actividad que sólo es atractiva cuando se realiza por primera vez.
A veces uno encuentra un programa de televisión que parece maravilloso. Apreciamos la originalidad y la dinámica del programa, y sospechamos que nos convertiremos en fanáticos. Sin embargo, la segunda vez que lo miramos, ya no nos parece tan genial. Descubrimos que las secciones del programa son parte de un formato que se repite en cada emisión, y la originalidad que nos impactó al principio se muestra subordinada a una estructura rígida y torpe. El entusiasmo de la primera vez se desvanece.
Puede ocurrir lo mismo con un libro, un blog, una comida. Existen alimentos que parecen increíbles al primer bocado. Pero al segundo, ya no son tan sabrosos y al tercero terminan volviéndose aborrecibles. Jugar al tenis pareció interesante esa tarde en la que, por casualidad, fuimos a parar a una cancha con dos raquetas y tres amigos. La segunda vez, cuando la salida fue programada, no fue tan divertido y apenas pudimos acertarle a la pelota sin esguinzarnos. La primera vez que vivimos, la exigua duración de la existencia nos dejó con gusto a poco. Cuando reencarnamos por segunda, tercera y décima vez, nos pareció que la vida era fastidiosa y que ya no merecía tanto la pena.
Actividad que sólo es atractiva cuando se realiza por primera vez.
A veces uno encuentra un programa de televisión que parece maravilloso. Apreciamos la originalidad y la dinámica del programa, y sospechamos que nos convertiremos en fanáticos. Sin embargo, la segunda vez que lo miramos, ya no nos parece tan genial. Descubrimos que las secciones del programa son parte de un formato que se repite en cada emisión, y la originalidad que nos impactó al principio se muestra subordinada a una estructura rígida y torpe. El entusiasmo de la primera vez se desvanece.
Puede ocurrir lo mismo con un libro, un blog, una comida. Existen alimentos que parecen increíbles al primer bocado. Pero al segundo, ya no son tan sabrosos y al tercero terminan volviéndose aborrecibles. Jugar al tenis pareció interesante esa tarde en la que, por casualidad, fuimos a parar a una cancha con dos raquetas y tres amigos. La segunda vez, cuando la salida fue programada, no fue tan divertido y apenas pudimos acertarle a la pelota sin esguinzarnos. La primera vez que vivimos, la exigua duración de la existencia nos dejó con gusto a poco. Cuando reencarnamos por segunda, tercera y décima vez, nos pareció que la vida era fastidiosa y que ya no merecía tanto la pena.
martes, 15 de mayo de 2012
Exogenario
(Adjetivo y sustantivo. Del griego exo- = por fuera; gené = origen, nacimiento; y desinencia -ario que indica ordenamiento)
Dícese de quien está fuera de clasificación etaria.
Es común que no se le pregunte la edad a las mujeres, o que cuando se supera una determinada cantidad de años (por lo general, entre treinta y cinco y ochenta) se pretenda olvidar la cuenta y confundir a quienes especulan con nuestros abriles. La torta de cumpleaños tiene velitas que no delatan el número total, y la fecha de nacimiento se recela ante cualquier circunstancia. El exogenario vive en una franja etaria indefinida; se ha eximido de registrar las crudas cifras de su propio tiempo vital y finge -para los demás, y quizás no tanto para sí mismo- que sus onomásticos ya no se molestan en sumar por estar tan cargados de decenas.
En otra acepción, un exogenario es algún imposible ser, que viviese en una eternidad (o temporalidad paralela) cuyo modo de existencia esté por fuera de cualquier paso del tiempo. Un exogenario, aun cuando pudiera existir en nuestro universo, nunca cumpliría años.
Dícese de quien está fuera de clasificación etaria.
Es común que no se le pregunte la edad a las mujeres, o que cuando se supera una determinada cantidad de años (por lo general, entre treinta y cinco y ochenta) se pretenda olvidar la cuenta y confundir a quienes especulan con nuestros abriles. La torta de cumpleaños tiene velitas que no delatan el número total, y la fecha de nacimiento se recela ante cualquier circunstancia. El exogenario vive en una franja etaria indefinida; se ha eximido de registrar las crudas cifras de su propio tiempo vital y finge -para los demás, y quizás no tanto para sí mismo- que sus onomásticos ya no se molestan en sumar por estar tan cargados de decenas.
En otra acepción, un exogenario es algún imposible ser, que viviese en una eternidad (o temporalidad paralela) cuyo modo de existencia esté por fuera de cualquier paso del tiempo. Un exogenario, aun cuando pudiera existir en nuestro universo, nunca cumpliría años.
viernes, 11 de mayo de 2012
Autóftono
(Adjetivo. Del griego autós = sí mismo y phtónos = envidia. Sustantivo: autoftonía)
Dícese de quien tiene celos o envidia de sí mismo.
Se supone que la envidia es un sentimiento en el que intervienen al menos dos individuos: A siente envidia de B. Pero en algunos casos, el sujeto y el objeto de la envidia coinciden. Si usted ha engordado y observa una foto de hace un par de meses, en la que el traje le queda bien y la sonrisa seductora no parece una caricatura fofa; si observar esa foto le hace maldecir y despreciar a ese hombre flaco, entonces usted es un autóftono. Cada vez que, en lugar de añorar al que fuimos, terminamos odiándolo por haber sido mejor que el que somos, hemos padecido la autoftonía.
Si usted lee un texto o mira un cuadro y dice "qué bien escribe / pinta este hijo de puta, qué envidia me da", y luego se da cuenta de que es algo que usted mismo había escrito / pintado hace mucho tiempo, ha tenido un episodio de autoftonía inconsciente. Lo mismo ocurriría si viese un video en el que su propia mujer camina de la mano de un hombre: usted tendrá celos de ese hombre, hasta que descubre que ese hombre es usted mismo. Sin saberlo, estuvo a punto de hacer un escándalo marital por esos celos autodirigidos.
Dícese de quien tiene celos o envidia de sí mismo.
Se supone que la envidia es un sentimiento en el que intervienen al menos dos individuos: A siente envidia de B. Pero en algunos casos, el sujeto y el objeto de la envidia coinciden. Si usted ha engordado y observa una foto de hace un par de meses, en la que el traje le queda bien y la sonrisa seductora no parece una caricatura fofa; si observar esa foto le hace maldecir y despreciar a ese hombre flaco, entonces usted es un autóftono. Cada vez que, en lugar de añorar al que fuimos, terminamos odiándolo por haber sido mejor que el que somos, hemos padecido la autoftonía.
Si usted lee un texto o mira un cuadro y dice "qué bien escribe / pinta este hijo de puta, qué envidia me da", y luego se da cuenta de que es algo que usted mismo había escrito / pintado hace mucho tiempo, ha tenido un episodio de autoftonía inconsciente. Lo mismo ocurriría si viese un video en el que su propia mujer camina de la mano de un hombre: usted tendrá celos de ese hombre, hasta que descubre que ese hombre es usted mismo. Sin saberlo, estuvo a punto de hacer un escándalo marital por esos celos autodirigidos.
miércoles, 9 de mayo de 2012
Subostio
(Sustantivo. Del latín sub- = por debajo y ostium = puerta. Verbo transitivo: subostiar)
Objeto que puede pasar por debajo de una puerta.
Las facturas de la luz, del cable y el gas; el impuesto municipal, las publicidades de electrodomésticos, el diario y los avisos de telegrama suelen ser subostios. Es común que, con el paso de los días, el pasillo cercano a la puerta de entrada de casa esté repleto de subostios.
Si le pedimos a alguien que pase algo por debajo de la puerta podemos indicarle, de un modo más económico, que subostie ese objeto.
Objeto que puede pasar por debajo de una puerta.
Las facturas de la luz, del cable y el gas; el impuesto municipal, las publicidades de electrodomésticos, el diario y los avisos de telegrama suelen ser subostios. Es común que, con el paso de los días, el pasillo cercano a la puerta de entrada de casa esté repleto de subostios.
Si le pedimos a alguien que pase algo por debajo de la puerta podemos indicarle, de un modo más económico, que subostie ese objeto.
martes, 8 de mayo de 2012
Engueto
¿Por qué los periodistas de este programa se disfrazan y se pintan el rostro? |
Serie o proceso que progresivamente se va haciendo más difícil de entender si no se sigue cada una de sus partes.
La definición es un poco oscura, pero se refiere a un fenómeno bastante común. Pongamos ejemplos.
Usted mira todos los días un programa de televisión porque le resultan interesantes las notas que hacen los conductores. Hablan -supongamos- acerca de automóviles raros, de caminos complicados al tránsito y de puentes peligrosos. De a poco, los conductores dejan de mostrar automóviles, caminos y puentes, y van incorporando una jerga, chistes internos, bloques en los que hacen referencia a hechos ocurridos en otros programas, guiños, miradas cómplices. Si usted ha visto todos y cada uno de los programas, entiende de qué se está hablando. Pero para quien empieza a verlo hoy mismo, la emisión resulta ininteligible. El programa se ha convertido en un engueto (se ha enguetado); sólo lo disfrutan y lo entienden a pleno quienes lo vienen siguiendo desde hace mucho.
Cuando se está ante un engueto, resulta imposible comenzar a seguirlo desde cualquier punto arbitrariamente.
No debe confundirse al engueto con una serie empezada. Una novela por capítulos no es un engueto: su propia estructura obliga a mirarla desde el principio para no perder la trama. Un engueto, en cambio, no tiene necesariamente una secuencia narrativa, sino un conjunto obtuso de subtramas autorreferentes que giran en torno de las vicisitudes de cada emisión. El conductor que hablaba acerca de los caminos, un día dijo "caninos". Desde ese día, le ponen sonido de perros que ladran. Usted enciende el televisor hoy y no entiende qué tienen que ver los ladridos de perro con los caminos. No lo entiende, porque no tiene acceso al origen de esa bromita tonta, y por lo tanto no participa del guetto de quienes la conocen.
(Exonario intenta por todos los medios no ser un engueto. Espero que quienes ingresen hoy al blog entiendan el objetivo del mismo modo que quienes ingresaron el veinte de noviembre del dos mil seis.)
jueves, 3 de mayo de 2012
Ratificho
(Adjetivo. Del latín ratio = cuenta, cálculo y facio = hacer)
Quien decide lo que alguien necesita para vivir.
El ratificho calcula, de acuerdo a su caprichoso y arbitrario parecer, cómo y con cuánto debe vivir alguien. "Pedro no tiene familia y es soltero. ¿Cuánto necesita ganar por mes? ¿Tres mil pesos?". Sus especulaciones no se basan en el valor de la canasta familiar, sino en las imaginarias necesidades del individuo sobre quien recae la decisión. Cree que no se debe retribuir a alguien por su labor o por los derechos adquiridos, sino por lo que él supone que requiere la persona de acuerdo al tipo de vida que lleva. "Pero Juan toma una sopita y dos rodajas de pan por día. Él no necesita ganar mucho dinero, con poco lo arreglás". No se da cuenta (o finge no hacerlo) de que la frugalidad puede ser, precisamente, producto del rigor y el escaso dinero.
Quien decide lo que alguien necesita para vivir.
El ratificho calcula, de acuerdo a su caprichoso y arbitrario parecer, cómo y con cuánto debe vivir alguien. "Pedro no tiene familia y es soltero. ¿Cuánto necesita ganar por mes? ¿Tres mil pesos?". Sus especulaciones no se basan en el valor de la canasta familiar, sino en las imaginarias necesidades del individuo sobre quien recae la decisión. Cree que no se debe retribuir a alguien por su labor o por los derechos adquiridos, sino por lo que él supone que requiere la persona de acuerdo al tipo de vida que lleva. "Pero Juan toma una sopita y dos rodajas de pan por día. Él no necesita ganar mucho dinero, con poco lo arreglás". No se da cuenta (o finge no hacerlo) de que la frugalidad puede ser, precisamente, producto del rigor y el escaso dinero.
martes, 1 de mayo de 2012
Gagasajar
(Verbo. De gagá y agasajar)
Ofrecer reiteradas veces un refrigerio o convite que es sistemáticamente rechazado.
No es casualidad que quienes se dedican a gagasajar sean personas mayores: abuelos, tíos o padres de avanzada edad: son ellos quienes chochean por la edad y están cerca de ser considerados gagá. "¿Querés un tecito?", ofrece la abuela a su nieto. "No" es la respuesta. Cinco minutos después, la abuela repite el ofrecimiento: "¿Un tecito calentito?". "No". Esta invitación puede darse muchas veces con exasperante insistencia, e incluso inmediatamente de haberla rechazado -es decir: sin que pase un prudente tiempo para reformular el ofrecimiento: "Pero no te vendría mal un tecito con tanto frío". "No, abuela, gracias, ya te dije que no quiero". "Un tecito de boldo, que es más digestivo, aunque sea una taza chiquita"; "No, abuela, me voy a lo de mi novia". "Ah, ya que vas a salir, mejor tomate un tecito antes".
Ofrecer reiteradas veces un refrigerio o convite que es sistemáticamente rechazado.
No es casualidad que quienes se dedican a gagasajar sean personas mayores: abuelos, tíos o padres de avanzada edad: son ellos quienes chochean por la edad y están cerca de ser considerados gagá. "¿Querés un tecito?", ofrece la abuela a su nieto. "No" es la respuesta. Cinco minutos después, la abuela repite el ofrecimiento: "¿Un tecito calentito?". "No". Esta invitación puede darse muchas veces con exasperante insistencia, e incluso inmediatamente de haberla rechazado -es decir: sin que pase un prudente tiempo para reformular el ofrecimiento: "Pero no te vendría mal un tecito con tanto frío". "No, abuela, gracias, ya te dije que no quiero". "Un tecito de boldo, que es más digestivo, aunque sea una taza chiquita"; "No, abuela, me voy a lo de mi novia". "Ah, ya que vas a salir, mejor tomate un tecito antes".
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